Sí, como la película de Richard Gere y Diane Lane.
No estoy casada pero convivo con mi pareja desde hace 10 años, tengo 32 y tenemos una hija de 6. Le acabo de ser infiel con un compañero de trabajo de sólo 24. Me siento culpable porque no siento culpa, no tengo remordimientos ni arrepentimiento.
Creo que cuando estas cosas suceden es porque la relación está podrida y llena de carencias. Mi pareja es lo que se dice una buena persona, pero nunca ha sabido hacerme sentir segura, nunca ha sido capaz de defenderme y estoy cansada de sus malas maneras, de que me levante la voz por cualquier gilipollez cuando no es capaz de hacerlo para defenderme. Ha habido más de una ocasión en que he estado a punto de dejarlo, pero siempre pensaba en nuestra hija.
Ahora estoy viviendo en otra ciudad, sola, por motivos laborales. Aquí nadie me conoce ni le conoce a él y el chico con el que le he engañado me lo puso en bandeja. No pensé en nada más, sólo en lo que yo quería y que me lo merecía. No tengo intenciones de seguir viendo a mi amante y, por lo tanto, no le contaré nada a mi pareja, haré como si no ha pasado nada.
La conclusión a la que he llegado tras mi infidelidad es que tengo que acabar con mi relación de pareja porque no funciona; sí, es muy cómoda la rutina, la calidad de vida y la estabilidad. Siento que esto ha llegado ya a un punto insalvable por mucho que hemos intentado arreglar o reparar lo nuesto. No sé por qué nos engañamos creyendo que la infidelidad es algo pasajero y sin mayor importancia: la infidelidad es el resultado de una pareja infeliz, incluso si lo que te une a tu amante es sólo sexo.