Foro / Pareja

Un catorce de febrero

Última respuesta: 28 de septiembre de 2007 a las 22:20
J
jiawei_6377883
28/9/07 a las 20:39

Recuerdo de un día especial. Dedicado a todos los que algún día se han encontrado:
Estoy en la puerta del colegio de mis hijos. Acabo de despedir al pequeño y la veo charlando con otras madres. Como muchos días nuestras miradas se cruzaron, la suya con una sonrisa. Me acerco al grupo y percibo las miradas de todas. Un poco tarde me doy cuenta de que me he metido donde no debía y las despedidas rápidas y la dispersión del grupo, que un momento antes charlaba animadamente, me lo confirma, pero ella se queda.
Me decido y la abordo con un comentario trivial sobre nuestros hijos, tu cara me suena, ¿Tú vienes mucho por aquí?... Sonrisa mutua, la mía nerviosa, y una sensación de frío en los pies.
-¿Qué vas a hacer esta tarde? Podríamos tomarnos un café, charlamos un rato y luego volvemos a buscar a los peques al salir del cole.
-¡De acuerdo! Mi marido está de viaje, ¡Estoy sola! (tonillo de suspiro al principio y leve exclamación final).
¿Qué significa eso? Me tiembla todo. Noto la presión de la sangre. ¿Qué quieren decir esos ojos verdes que me miran de frente, desafiantes, seguros de su mensaje?
-Mi mujer también está fuera. ¡Solos en un 14 de febrero...! -creo que me acaban de nominar para el oscar al comentario más imbécil-.
Ella sonríe, se cuelga de mi brazo y comenta cómplice:
-Eso hay que remediarlo -mientras, ella me dirige hacia mi casa. Me dejo llevar. ¿Será posible? Habla pero no sé lo que me dice; estoy pensando en cuándo me fijé en ella. Es la imperfección a trozos y el conjunto armonioso. Sus caderas son algo más anchas de lo que ella quisiera; la estatura es perfecta para mí; tiene la cintura bien marcada pero no escasa; las piernas deportivas, que las mallas resaltan; la cara le disimula diez años; no sabes si su voz está cantando, riendo o susurrando y tiene una forma de cogerse de mi brazo que transmite seguridad en sí misma.
Llegamos a mi casa. Instantes indescriptibles en el ascensor. Abro, con un pequeño titubeo en la introducción de la llave. Noto su sonrisa en mi cogote. Me dirijo a la cafetera indicándole el sofá con un comentario acerca de mi trato caballeroso. (Segunda nominación a los oscar). Toma una revista y me comenta trivialidades acerca de la ropa de primavera mientras yo trasteo en la cocina.
Traigo una bandeja con unas pastas, dos cafés y unos bombones. (Exclamación aprobatoria de ella) (¡Soy un genio!) Pongo un compact de bailables. (Se oye un taladro en un piso vecino y yo me acuerdo de los progenitores del vecino. Por suerte, cesa en unos segundos)
Suena un fox lento con el café. (¡Gracias Fiedler!)
Me ofrece un bombón compartido mientras suena: Quizás, quizás, quizás con ritmo de rumba-bolero.
Tengo las manos heladas pero me decido: Le quito de entre los dedos el papelito del bombón, la tomo de la mano y digo con un hilo de voz que se ahoga saliendo:
-¡Esto hay que bailarlo!
Me sigue sin resistencia. La espero, se acopla a mí, cierro los ojos, entro en la música y le indico con un suave empujoncito el paso básico del bolero. No hemos bailado jamás juntos. No sé si sabe, o no, el paso, pero comienzo a moverme y me sigue. Nos acoplamos a la perfección. Noto su muslo en mi ingle. Me presiona. Yo, que no estaba precisamente con el arma en reposo, no sé qué hacer. Intento separarme un poco pero ella vuelve a estar allí. No soy capaz de mirarla a los ojos. ¡Ella se aprieta contra mí! No me lo estoy imaginando; siento sus pechos justo debajo del mío y su cintura se contonea obligándome a seguirla. Ya no me importa disimular. Sé que sabe que estoy más excitado que un jovenzuelo con un poster de Pamela Anderson ¿Y qué?
Acaba el bolero y nos quedamos abrazados.
-Ha sido un placer -¿Me he puesto rojo? No importa no hay mucha luz-.
-Sí ya lo he notado -¡Sonríe! Seguimos abrazados-.
Comienza una Comparsita deliciosa.
Me mira y dice suavemente ¿Esto también hay que bailarlo?. Un momento de quietud y silencio. Toma con sus manos el botón superior de mi camisa y yo cierro mis brazos alrededor de su cintura, mullidita y acogedora. Es justo como la había imaginado.
Insinúo una inclinación de cabeza y ella se acopla acercándose. Empiezo a besarla o empieza a besarme suavemente. Me presionan sus labios entreabiertos, la mordisqueo y al volver a juntarnos su lengua me busca. Le respondo. ¡Qué dulce!
Mis manos ya no están tan frías. Me aventuro bajo su jersey, encuentro el broche del sujetador y con un gesto seguro lo desabrocho. Noto la pequeña sacudida de la liberación y continuo la caricia hacia delante. Se separa lo justo para dejarme el campo libre. Encuentro su pezón erecto; parece un botoncito forrado de terciopelo. El pecho no es muy grande me viene a la mente la imagen de un pastelito de nata. Cambio de mano y busco el otro.
Entonces la oigo: Yo no tenía previsto esto.
Dejo de acariciarla, la miro y le pregunto si se siente mal.
-No, me encanta.
-¿Piensas en tu marido?
-Ahora no. Respóndeme con sinceridad: ¿Crees que le estás quitando algo a tu mujer?
-No. Y no te daré nada que no pueda darte.
-Gracias. Tampoco me pidas nada que no sea sólo mío.
No sé qué hacer pero ella lo arregla. En medio del beso me habla.
-Tenemos casi dos horas sólo para nosotros y su mano se dirige sin pudor hacia mi cinturón-.
La tomo en brazos. Pesa, no es fácil pero ella se cuelga de mi cuello y la puedo llevar bien hasta la cama.
La deposito suavemente y la miro entera.
Me coloco a caballo de sus muslos y la desnudo lenta pero decididamente. Me retiro y le quito las mallas mientras rueda sobre la cama para ayudarme. Lleva un tanga color carne que me hace abrir aún más los ojos.
Ella aprovecha mi momento de quietud para tomar la iniciativa. Se pone de rodillas y comienza a desnudarme. Le acaricio el pecho mientras la dejo hacer.
Me desabrocha el pantalón y le ayudo a bajarlo. Estoy desnudo. Hace una pequeña exclamación cogiendo mi pene. Consigue excitarme aún más. Se acerca y lo besa en la punta que está totalmente mojada. Me besa luego en los labios y noto mi sabor dulce de las gotitas lubrificantes.
Durante el beso me empuja para tumbarme en la cama. Se separa, vuelve a sonreír, se coloca a caballo en mi pecho y vuelve a cogerme y a chuparme el pene hinchado y enrojecido por la presión. Ha colocado sus nalgas casi en mi cara de forma que las abrazo y queda su sexo, aún con el tanga, a la altura de mi boca. Respiro profundamente y noto su olor cálido y dulce de hembra receptiva. Retiro un poco el tanga y juego con mi lengua entre los pliegues de su sexo. Escucho el efecto en sus gemidos y lo noto en la presión de su boca sobre mi pene.
Me molesta el tanga e intento retirarlo; con un hábil movimiento de sus piernas facilita mi tarea y, ya libre, me cabalga. Ahora hundo mis labios en el vello de su pubis, respiro su perfume sin barreras y meto mi lengua sin tapujos en su hueco. La recorro bebiéndome su sabor dulce. Noto que estoy a punto de estallar y, con un gesto de mis manos le indico que pare en sus caricias. Ella se yergue clavándose en mi lengua. Mientras yo sigo, ella se acaricia el botoncito de su clítoris y unos segundos más tarde arranca un orgasmo lento que va subiendo de intensidad, se hace convulsivo y lo acompaña de un gemido indescriptible. En medio del clímax se inclina sobre mí, me agarra con firmeza, se mete mi pene en la boca y lo succiona con una intensidad que me hace perder cualquier atisbo de control. Estoy a punto de estallar cuando se retira; se gira dándome la cara, se tumba sobre mí y mientras su lengua busca mi garganta, yo me pierdo en su sexo que me recibe caliente y húmedo. Mi espalda hace un arco tenso, sus caderas se aprietan contra mí y me beben íntegro.

Cuando abro los ojos, aún congestionado, la veo indescriptiblemente bella: su cabello ondulado, los pechos extrañamente jovencitos para una doble madre, la suave curva de una casi barriguita, unos muslos perfectamente anclados en las caderas amplias y redondas...
Se extiende sobre mí y me besa con dulzura; acaricia mi pecho como si lo hubiese hecho siempre.
Pienso que hemos hecho el amor como si fuese la enésima vez y nos conociésemos en la cama de toda la vida. Sin embargo es la primera vez, pero ya hago planes mentales para buscar la segunda. Llevamos un rato en la cama abrazados, entonces agarra mi cabeza, me mira con la travesura en la mirada, me da un beso reído y exclama:
-¡Bandido!
Se levanta y la llevo a la ducha. Abro el grifo y la dirijo hacia ella; el agua recorre su cuerpo; apoya las manos levantadas en la pared. Tomo la esponja, la lleno de gel y acaricio su cuerpo, luego dejo la esponja y la recorro con mis manos; se deja hacer y se contonea insinuante. No sé si está disfrutando de mi caricia o provocándome otra vez. De espaldas, alarga su mano y me busca. Agarra mi miembro totalmente erecto otra vez, lo acaricia, lo restriega entre sus glúteos y en una habilísima maniobra se lo introduce y empuja con fuerza contra mí. Me abrazo a sus pechos. Se apoya en la pared para resistir mi embestida y yo disfruto del tacto de sus ancas entre mis ingles. Vuelve a acariciarse el clítoris durante mi asalto. Como es mi segundo, tardo un poco más, lo justo para sentir que ella está llegando a su orgasmo: Le tiemblan las piernas y gime con claridad. Me excita tanto su gesto y su gemido que me hace subir rápidamente. Acelero mis embestidas alargando el recorrido y la oigo gemir, casi en un grito de placer. Siento una oleada caliente que me recorre la espalda y estallo en su interior mientras la sujeto por las caderas para no escaparme por los movimientos convulsivos.
Reposamos acoplados, piel mojada contra piel mojada. Unos segundos después abro de nuevo la ducha, esta vez sólo para limpiarnos.
Tomo la toalla y la seco, se deja hacer. Estamos en silencio. Nos vestimos. Seguimos en silencio. La miro mientras se peina y se maquilla ligeramente con algo que llevaba en el bolso.
Volvemos hacia el colegio, del brazo. Sí, en silencio. Dos calles antes de llegar me dice:
-¿Se notará?
-¡Ójala! -le digo- ¡Que sufran de envidia! -se ríe, nos reímos.
-¿Qué ha ocurrido?
-Una posibilidad de ser feliz, no se nos ha escapado de las manos le respondo convencido-.
-¿Tú lo repetirías?
-¿Cuándo? -se ríe con mi respuesta-.
-No, en serio, ¿Podría repetirse una tarde como esta?
-Mientras se mantenga el motivo que la ha provocado, sí, sin dudarlo.
-¿Y si nos equivocamos?
-Pues es cuestión de no equivocarse. Tú eres una mujer deliciosa que merece todas las caricias del mundo, todo el cariño del mundo pero que no necesita formar conmigo una familia porque ya la tiene. Yo soy un hombre...
-Encantador -se adelanta-.
-Gracias, que ya tiene una familia y no necesita formar otra contigo, pero que te puede dedicar cariño, ternura, poesía, placer...
-Suficiente. ¡Que sufran! -sonríe de nuevo e inicia un trotecillo alegre sin soltar mi brazo-.
Cuando llegamos, un grupo de padres y madres nos miran. Uno de ellos, conocido, se ríe y me dice:
-Le voy a decir a tu mujer que te he visto del brazo de otra...
Ella me agarra más fuerte y le dedica un entornado de ojos desafiante mientras le dice:
-Tengo pomada para la envidia.
Nos reímos con la ocurrencia, me suelta y cuando salen los chicos nos mezclamos en sus comentarios.
En el momento de la despedida me habla como en clave.
-¿Entonces tu crees que podría volver a salir el sol como hoy?
-Por supuesto, siempre que tú quieras tomar café y bombones.
Nos separamos. Tengo una sensación muy especial.
¡Qué mujer!

Ver también

T
toma_7873029
28/9/07 a las 22:20

Flecharota56
me ha gustado tu relato.

Hace unos días conoci a alguien especial, alguien quien me inspira el mismo deseo de no desperdiciar la oportunidad de ser feliz disfrutando libremente de nuestros cuerpos, ahora mismo sus palabras y su voz son lo único que me llenan a la espera de que pronto sean sus caricias y su cuerpo los que completen esta catarsis de sensaciones que luchan por manar de mi cuerpo, ansio tanto su piel, su aroma, ansio tanto prodigar mil placeres a ese ser...

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