Aunque alguna vez lo habíamos hablado como fantasía no me esperaba que aquello ocurriera así. Llegué a casa y como en algunas ocasiones cuando aparecí ante la puerta, ésta estaba entreabierta. Supuse que algo tenía preparado pero la cuestión era qué. Nada más entrar, sin que me diese tiempo a nada, sentí cómo me vendaban los ojos, se pegaba a mí y me susurraba al oído: tranquilo, déjate guiar.
Suavemente me empujó por el pasillo, pude notar cómo atravesaba la cocina, llegábamos a otro pasillo y de allí a la habitación.
Entonces siguiendo detrás de mi me abrazó y comenzó a desabrochar mi camisa, llevando sus manos a mis hombros y deslizándola para quitarla de mi cuerpo.
Hacía calor y parecía que iba a subir más la temperatura. Noté cómo cogía mis muñecas y tras llevarlas hacia mi espalda, las unió con el sonido metálico de unas esposas.
Llevó sus manos a mi pantalón y tras desabrocharlo metió sus manos bajo mi ropa interior arrastrándolo todo y dejándome completamente al desnudo.
Sentí su aliento cercano a mi sexo, su lengua jugando allí, en el punto de máximo placer, su boca caliente, húmeda, juguetona. Sus manos en mi pecho, jugando con mis pezones, bajando recorriendo mi cuerpo, agarrando mis nalgas, para pegar más mi sexo a su ávida boca. Separando mis nalgas y acercando sus dedos a ese negro agujero. Introduciendo uno embadurnado en gel.
Se levantó sin sacarlo de allí, se colocó tras de mí, inclinándome sobre la cama, con las manos atadas a la espalda y mi cara sobre el colchón. De repente sacó el dedo y sentí algo más grueso. Parece que iba a sentir el sexo anal en toda su dimensión. Empujó despacito, un poco hasta meter lo que supuse sería la cabeza. Poco a poco siguió hasta tenerla entera dentro, en ese momento llevó una mano hacia delante, a mi entrepierna, cogiendo mi miembro y comenzando a mover aquel juguete adentro y afuera. Llevaba así un rato cuando soltó mi miembro, me quitó las esposas, y me dijo al oído:
-Cuando termine contigo quiero que me la metas tú suave y tierna, hasta correrme.
Así lo hice al cabo de un momento, y haciéndole el amor llevé mi mano a su clítoris acelerando su orgasmo para explotar los dos casi al unísono, fundidos en una serie de gemidos continuos.