Hace casi dos años, cuando empezamos a salir, yo acababa de obtener una beca para estudiar en una ciudad a 1000kms de distancia. Me tenía que ir en pocas semanas.
Cuando se lo dije, a él no le importó. Decidimos que valía la pena compartir el tiempo que nos quedaba. Fue realmente especial, pero al final no pudimos disfrutarnos tanto como hubieramos querido.
En ese entonces él tenía 47 años y yo 33. Ambos estamos separados y tenemos hijos.
Él vive sólo, pero se hace cargo de los gastos de su hijo y en ése entonces tenía a su papá enfermo y también estaba a su cargo. Su padre falleció el año pasado
Yo llevo sola con mis hijos desde que el más pequeño estaba en mi vientre. El padre de ellos, aunque nunca fue responsable, tampoco ha logrado superar la ruptura entre nosotros (después de 6 años). He permitido que conviva con los niños, pero eso me ha hecho la vida imposible. Cuando supo de mi nueva relación se puso muy celoso e inventó que los niños le habían dicho que mi nueva pareja había abusado sexualmente de ellos. Lo denunció sin consultarme. Posteriormente se comprobó que no había delito.
Los niños tenían excelente relación con mi nueva pareja y la denuncia fue un choque emocional para ellos, no entendían porqué no debían querer a ésa persona que había sido tan buena con ellos.
Lo que en pocos días se había convertido en una convivencia cálida y familiar, se transformó en un caos. Ahí fue cuando entendí cuán enamorada estaba y, al mismo tiempo, que tenía que renunciar a eso. Y no porque me fuera a otra ciudad, sino porque su relación conmigo le causaba problemas.
Yo observé a mi pareja totalmente contrariado. Obviamente no sabía qué papel jugar en ese caos, pues tampoco nos conocíamos tanto. Me dijo que no volvería a mi casa, pero que estaría para mí si yo necesitaba apoyo.
Nos volvimos a ver un par de ocasiones más antes de que yo me fuera, pero el dolor y la frustración se palpaba en el ambiente. Nos quedabamos juntos callados, era como si no hubiera palabras para describir lo injusto que nos parecía todo ello.
El día que me fui, él se despidió. Con todo mi ser yo hubiera querido quedarme, pero sentí que él realmente se había resignado a no seguir más.
Después seguimos en contacto con algún mensaje ocasional, sin mucha conversación.
Yo tuve que volver al poco tiempo para dar seguimiento a la denuncia, que no se podía mover de lugar. Fue entonces que le dije que iba a apostar por nosotros.
Pero no ha sido fácil. Mis estudios llevarán 4 años y nuestras responosabilidades sólo nos han permitido volver a estar juntos 3 veces en estos dos años y por períodos bien cortitos. Ni siquiera pude estar con él cuando su papá falleció.
Pero nos sucede algo raro: apenas hablamos mientras estamos lejos, a él siempre lo siento incómodo, como que no se sabe expresar por mensajes, es entonces que pienso que es mejor dejarlo por la paz. Pero al estar juntos, todo fluye como si no nos hubiéramos dejado de ver y entonces me vuelve la certeza de que nos pertenecemos.
Ya hemos dicho que seremos sólo amigos, en una ocasión tuvimos una pelea fuerte de pura frustración por no poder vernos y dejamos de hablarnos unos meses. Pero entonces el sentimiento volvió con más fuerza y nos volvimos a acercar (bueno, es un decir).
Aquí donde estoy me siento en paz conmigo misma, tengo a mis niños, a mi padre, a mis amigos y proyectos que me motivan. Estoy plenamente consiente de que él también es feliz donde está. Por eso me pregunto una y otra vez si vale la pena esperarnos.
Lo cierto es que lo extraño, me falta. Creo que es como extrañar a alguien que ya murió, sólo que con la certeza de que lo puedes volver encontrar. Pero entonces vives sin una parte de tí.
Sé que él me espera también, pero aún no sabemos cuándo volveremos a estar juntos.
He consultado con profesionales, una de ellas me dijo que lo viva así como es, que le envíe mi amor y me sienta feliz por ello. Otros me han dicho que lo deje atrás. Créanme, he dejado atrás otros amores, pero este no consigo extraerlo de mí.