A mí me gusta ... Soy un follador nato. Me gusta clavarla y empujar, bombear, perforar. Como un percutor revolucionado, impulsando todo mi cuerpo sobre un punto. Tipi, tapa, tipi, tapa con energía, poderoso como un martillo neumático.
El calido y húmedo refugio que ofrece la vagina me sobre excita, me altera. Inunda mi cuerpo de gozo y mi mente de placer narcótico
Pero no me gusta correrme dentro, no. Prefiero aguantar hasta que ella se corra una o dos veces y entonces, solo entonces, la saco y se la enfundo en el pequeño orificio contiguo. Y ahí, con el increíble placer desgarrador del sexo mas acelerado, adentrándome extasiado en la oscura gruta del valle del placer mas intimo, ahí, es donde descargo mi preciado zumo. El jugo calido de la fruta prohibida. Y así lo hice con Alejandra, la chica que conocí en la piscina.
Nada mas terminar o cuando yo lo daba por terminado, Alejandra tomó mi miembro en sus manos y se lo llevó a la boca, engulléndolo, succionado como nadie lo había hecho hasta entonces. Ante mi sorpresa mi aturdido mango dorado se irguió altivo, pidiendo más, solicito de mimos. La boca de Alejandra era increíble, chupaba y lamía enfervorizada y como una maldita licuadora me extrajo hasta la última gota de mi jodido esperma. Mientras mi miembro depositaba directamente en su garganta el néctar ardiente yo me sacudía convulso gritando de placer y agarrando la cabeza de Alejandra contra mí que ingería satisfecha el abundante caldo.
Me quedé tirado en el suelo, jadeante, tomando aire con dificultad. Ella se incorporo y colocándose de pie con las piernas separadas sobre mí me dijo:
- Si no te gusta la cerveza caliente cierra la boca amigo
Me quedé mirándola, atónito, expectante y no me moví, simplemente esperé.
Una gota dorada brotó entre su vello negro e inmediatamente un torrente dorado fluyó serpenteante en el aire hasta caer en mi rostro, golpeando con fuerza, ardiente, quemándome la piel. El chorro era interminable calido no se por que pero abrí la boca y sentí el torrente dirigirse hacia ella, buscándola se me llenó la boca del ardiente licor, borboteando en ella y desbordándose.
Alejandra se vistió y se fue. Yo me di una ducha y bajo el chorro de agua y recordando a mi niña no tuve mas remedio que aliviarme de nuevo.