Foro / Pareja

Pérdida irreversible

Z
zain_6352475
6/7/18 a las 23:04

La siguiente es la más intensa experiencia sexual de mi vida.
La conocí en una fiesta de amigas y amigos. Días después coincidimos en un paseo a la playa con el mismo grupo. Ahí se produjo nuestro primer acercamiento. A los pocos días, de regreso, tuvimos nuestra primera relación sexual completa. Fue incómodo porque lo hicimos de pie y ella no llegó al orgasmo. No era virgen. A partir de ahí, comencé a ir a buscarla a la salida de su trabajo. Nos íbamos a un parque cercano donde había innumerables parejas igual que nosotros. Ahí, rodeados por la oscuridad de la noche, se inició lo que sería un ritual: mientras nos besábamos, apoyados en el respaldo de un escaño inserté mis dos dedos medios, bajo su abrigo largo, en su vagina y en su ano, simultáneamente, y comencé a acariciarla con movimientos suaves y circulatorios, lentos, lo que le provocaron, inevitablemente, unos orgasmos intensos y prolongados con grititos, ahogados en mi boca y en mi pecho. Después de eso comenzamos a asistir a moteles donde concretamos nuestras primeras copulaciones completas y satisfactorias. Mientras lo hacíamos ella me pedía entre susurros: "Méteme el dedo, por favor". Yo insertaba uno de mis dedos medios en su ano lo que le provocaba intensos y prolongados orgasmos. Después de repetidas sesiones, con la misma petición y con los mismos resultados, comenzó a rondarme la idea de penetrarla analmente.
Una noche, en el parque, mientras masajeaba su vagina y su ano con mis dedos se lo propuse y ella accedió. Acordamos ir el siguiente sábado a un motel a satisfacer nuestro deseo. El día acordado nos juntamos y, antes de entrar, pasamos a una farmacia, donde compré una crema para lubricar e hidratar la zona para que fuera una experiencia placentera para los dos. Ella estuvo de acuerdo. Una vez en el motel comencé a masajear, delicadamente,  su esfínter y su vagina mientras nos besábamos. Luego apliqué una generosa capa de crema en su ano y le brindé un delicado masaje, prolongado y lento, introduciendo primero un dedo y luego dos. Finalmente cuando ya estuvo preparada inicié la introducción del pene, lo que resultó, para mi sorpresa, muy fácil. Yo, hacía un tiempo, había iniciado en este tipo de práctica sexual a una chica y las primeras veces fue muy ardua y difícil la penetración. Dado que, en este otro caso, la penetración resultó tan fácil, nuestro primer coito anal fue muy intenso y placentero para ambos y luego de una prolongada, húmeda y tibia sesión de sexo me derramé en lo profundo de sus entrañas. Luego de un intermedio de descanso repetimos y todo fue igual en nuestro segundo coito. Cuando la fui a dejar a su casa, y mientras ella caminaba hacia la puerta, yo miraba su redondo y atractivo trasero y no podía dejar de pensar en quién habría sido el primero. Luego esto se transformó en una obsesión. La interrogué repetidas veces preguntándole quién la había desvirgado de esa forma y, las primeras veces, ella negó constantemente. Mi insistencia fue tan persistente que terminó admitiéndolo. Me confesó que hacía unos años había ido de vacaciones a la casa de sus abuelos paternos a unos 600 kilómetros al sur de la ciudad. Allá conoció a un primo, un poco mayor que ella, con quien comenzó a salir. Ella insistió en que al principio sólo era eso, que nunca pasó nada. Hasta que él la llevó a visitar a una pareja de amigos, casados entre sí. Fueron varias veces. Bebían cervezas y veían películas. Una noche la joven, integrante de la pareja, le preguntó si le gustaría ver una pelicula porno. Ella respondió que sí. La vieron los cuatro. Ella sintió mucho morbo y se exitó mucho. Su primo, quien la tenía abrazada, la besó y la tocó. Ella era virgen. En los días siguientes el primo la llevó a un bosque cercano y ahí la desvirgó. Durante el resto de su estadía, iban con frecuencia al bosque y realizaron todas las prácticas sexuales de la película x. Asi fue como el primo fue el primero en todo. Cuando me lo contó, me dió tantos detalles, que me provocó mucho dolor y ella se dió cuenta. 
Después de esto nuestras prácticas sexuales se tornaron salvajes. Muy intensas. La traté, lo confieso, sin miramientos, sin sutilezas. Realizábamos, como rutina, en el mismo orden, sexo oral completo, con eyaculación en su boca, coito vaginal con intensos orgasmos para ella, sin eyaculación y finalmente sexo anal con intensos orgasmos para ella y eyaculaciones profundas y placenteras. Los orgasmos anales, me confesó, eran de una naturaleza distinta a los orgasmos vaginales. Eran, según sus palabras, verdaderas corrientes eléctricas que surgían en su columna vertebral y se irradiaban hacia sus piernas y hacia sus brazos. La posición que más le gustaba era inclinada y penetrada por atrás. Pero también le gustaba en cuatro sobre la cama y también a horcajadas sobre mí mientras yo succionaba sus pezones. Nos fuimos a vivir juntos y compartimos vivencias por casi cuatro años. Por mi crianza machista y cerrada, no pude superar nunca el hecho de que se haya entregado, sin reservas, a ese sujeto. Me imaginaba que, si aparecía, ella correría a sus brazos. Ella me dijo que lo último que había sabido de él es que se había casado y se había ido a vivir a otra ciudad.
No obstante, nunca lo pude superar, pese a que traté. Finalmente la dejé y eso provocó un intenso dolor en ella. No quería causarle daño pero nuestra separación fue un duro golpe para ella.
Dónde se encuentre, espero, sinceramente, que sea feliz. 

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