Para todos los que tienen dudas ....
El amor, ¿hasta cuándo?: mientras dure
Cuando le preguntamos a alguien: ¿Por qué te vas casar? ¿Por qué no te separas? ¿Por qué vives con...?, normalmente la respuesta que oímos es siempre la misma: porque la o lo quiero.
En realidad, este es el único motivo válido para asumir un compromiso tan crucial como el de vivir en pareja. Sin embargo, no siempre sabemos qué es lo que significa cuando decimos lo amo o la amo, pues resulta difícil distinguir eso que llamamos amor del verdadero. En principio, según las creencias, el amor que es de verdad promete no acabarse nunca.
Creemos que una vida de pareja exitosa es aquella en la que el amor verdadero se conserva para siempre, al igual que el bienestar de los dos. Pero ojo: puede llegar a ser una ilusión suponer que el amor verdadero actúa como una fuerza invisible que nos dirige o que nos inunda sin intervención nuestra. Eso es ingenuo o, por lo menos, irresponsable.
Es usual encontrarnos con personas que han sentido un gran amor pero años más tarde, cuando no pueden resolver la convivencia, concluyen que no, que no era verdadero amor, que sencillamente se ilusionaron, que todo se desvaneció y se acabó. Otros, en cambio, compartieron su vida con una persona sin notar nada especial en su sentir y, sin embargo, al cambiar las circunstancias, se dan cuenta del gran amor que sentían y llegan a la conclusión de que ese sí era verdadero amor, aunque no lo pudieron reconocer a tiempo.
Recuerdo la historia de una mujer que tenía una relación con un hombre con el que se sentía muy segura y tranquila. Sin embargo, le parecía que a su vida le faltaba algo. Decidió ir en esa búsqueda, se divorció, viajó, trabajó en otros lugares, incluso volvió a casarse, esta vez tenía la certeza de que el amor que sentía era más completo, más intenso. Sin embargo, con el tiempo esta nueva relación comenzó a coartarla y se sintió asfixiada. En ese momento, porque la vida es así, notó que lo que ella podía llamar verdadero amor, lo había encontrado en su primera relación.
Al conversar con ella sobre lo que significaba el verdadero amor, expresó que incluso cuando le comunicó a su ex marido su sensación de que algo faltaba en su vida, él la oyó y la ayudó a buscar sus nuevos caminos. Mientras que, en la segunda relación, lo que experimentaba era que todo el tiempo estaba al servicio de las necesidades del otro. Es decir, en su segundo matrimonio no fue posible que el amor intenso se encargara de construir el bienestar para ambos y, al contrario, le pedía renunciar. En tanto que en la primera, la intención de conservar el amor y no la relación, fue lo que le abrió el horizonte.
Por otro lado, hoy en día son frecuentes los relatos sobre relaciones largas, 20 ó 25 años en los que las personas han construido un hogar, han compartido muchos momentos y han sido solidarios, que de pronto dan un viraje y se acaban cuando los hijos crecen. En medio del dolor de este proceso, dicen que en verdad no hubo amor. Incluso, comienzan a ver la experiencia como un gran engaño perpetrado por la otra persona. Afirman que, en realidad, ni amaron ni fueron amados.
Duro trance, porque todo lo que construyeron juntos, ocurrió. Tan sencillo como eso. Se querían y se amaban. Puede ser, sin embargo, que cuando las condiciones de vida cambiaron, el amor que sostenía la vida en pareja se transformó. Pero aún en este momento es justo reconocer que lo que hoy no está, sí estuvo ayer. El perfume de una rosa existe por un tiempo, aunque no para siempre y aun así es real. Las experiencias humanas no necesitan ser eternas para que sean reconocidas como verdaderas.
El punto es este: no tiene sentido convertir en mentira el amor de un matrimonio porque no duró hasta el día de la muerte de los cónyuges. Recordemos que el amor verdadero libera y no condena.
La creencia de que el amor verdadero es el que dura toda una vida, lleva con frecuencia a las personas maduras a mostrar una mezcla de ilusión y escepticismo cuando ven formarse una nueva pareja. Por un lado, todos desean que ellos lo logren y sean capaces de dedicarse a cultivar amor. Que puedan construir un modo de convivencia bueno para ambos. Pero de otra parte, dudan de que eso sea posible.
Qué importante sería notar que el amor verdadero existe aquí y ahora, todas las veces que podemos hacer cosas que permitan nuestro bienestar y el del otro, nuestra autonomía y la del otro, nuestra creatividad y la del otro. En síntesis, decir que lo quiero o la quiero verdaderamente, habla del compromiso con una convivencia armónica y creativa aquí y ahora, y no de mantenernos juntos en una vida que limite para siempre.
El amor, ¿hasta cuándo?: mientras dure
María Antonieta Solórzano / Terapia
Cuando le preguntamos a alguien: ¿Por qué te vas casar? ¿Por qué no te separas? ¿Por qué vives con...?, normalmente la respuesta que oímos es siempre la misma: porque la o lo quiero.
En realidad, este es el único motivo válido para asumir un compromiso tan crucial como el de vivir en pareja. Sin embargo, no siempre sabemos qué es lo que significa cuando decimos lo amo o la amo, pues resulta difícil distinguir eso que llamamos amor del verdadero. En principio, según las creencias, el amor que es de verdad promete no acabarse nunca.
Creemos que una vida de pareja exitosa es aquella en la que el amor verdadero se conserva para siempre, al igual que el bienestar de los dos. Pero ojo: puede llegar a ser una ilusión suponer que el amor verdadero actúa como una fuerza invisible que nos dirige o que nos inunda sin intervención nuestra. Eso es ingenuo o, por lo menos, irresponsable.
Es usual encontrarnos con personas que han sentido un gran amor pero años más tarde, cuando no pueden resolver la convivencia, concluyen que no, que no era verdadero amor, que sencillamente se ilusionaron, que todo se desvaneció y se acabó. Otros, en cambio, compartieron su vida con una persona sin notar nada especial en su sentir y, sin embargo, al cambiar las circunstancias, se dan cuenta del gran amor que sentían y llegan a la conclusión de que ese sí era verdadero amor, aunque no lo pudieron reconocer a tiempo.
Recuerdo la historia de una mujer que tenía una relación con un hombre con el que se sentía muy segura y tranquila. Sin embargo, le parecía que a su vida le faltaba algo. Decidió ir en esa búsqueda, se divorció, viajó, trabajó en otros lugares, incluso volvió a casarse, esta vez tenía la certeza de que el amor que sentía era más completo, más intenso. Sin embargo, con el tiempo esta nueva relación comenzó a coartarla y se sintió asfixiada. En ese momento, porque la vida es así, notó que lo que ella podía llamar verdadero amor, lo había encontrado en su primera relación.
Al conversar con ella sobre lo que significaba el verdadero amor, expresó que incluso cuando le comunicó a su ex marido su sensación de que algo faltaba en su vida, él la oyó y la ayudó a buscar sus nuevos caminos. Mientras que, en la segunda relación, lo que experimentaba era que todo el tiempo estaba al servicio de las necesidades del otro. Es decir, en su segundo matrimonio no fue posible que el amor intenso se encargara de construir el bienestar para ambos y, al contrario, le pedía renunciar. En tanto que en la primera, la intención de conservar el amor y no la relación, fue lo que le abrió el horizonte.
Por otro lado, hoy en día son frecuentes los relatos sobre relaciones largas, 20 ó 25 años en los que las personas han construido un hogar, han compartido muchos momentos y han sido solidarios, que de pronto dan un viraje y se acaban cuando los hijos crecen. En medio del dolor de este proceso, dicen que en verdad no hubo amor. Incluso, comienzan a ver la experiencia como un gran engaño perpetrado por la otra persona. Afirman que, en realidad, ni amaron ni fueron amados.
Duro trance, porque todo lo que construyeron juntos, ocurrió. Tan sencillo como eso. Se querían y se amaban. Puede ser, sin embargo, que cuando las condiciones de vida cambiaron, el amor que sostenía la vida en pareja se transformó. Pero aún en este momento es justo reconocer que lo que hoy no está, sí estuvo ayer. El perfume de una rosa existe por un tiempo, aunque no para siempre y aun así es real. Las experiencias humanas no necesitan ser eternas para que sean reconocidas como verdaderas.
El punto es este: no tiene sentido convertir en mentira el amor de un matrimonio porque no duró hasta el día de la muerte de los cónyuges. Recordemos que el amor verdadero libera y no condena.
La creencia de que el amor verdadero es el que dura toda una vida, lleva con frecuencia a las personas maduras a mostrar una mezcla de ilusión y escepticismo cuando ven formarse una nueva pareja. Por un lado, todos desean que ellos lo logren y sean capaces de dedicarse a cultivar amor. Que puedan construir un modo de convivencia bueno para ambos. Pero de otra parte, dudan de que eso sea posible.
Qué importante sería notar que el amor verdadero existe aquí y ahora, todas las veces que podemos hacer cosas que permitan nuestro bienestar y el del otro, nuestra autonomía y la del otro, nuestra creatividad y la del otro. En síntesis, decir que lo quiero o la quiero verdaderamente, habla del compromiso con una convivencia armónica y creativa aquí y ahora, y no de mantenernos juntos en una vida que limite para siempre.
Ver también
Que pena se repitio dos veces cuando lo pegue
este es un articulo interesante de una terapeuta. espero les guste, esta dos veces pues cuando di copiar y pegar me equivoque.
Que pena se repitio dos veces cuando lo pegue
este es un articulo interesante de una terapeuta. espero les guste, esta dos veces pues cuando di copiar y pegar me equivoque.
Pues...
No importa Goticka,se entendió igual.A muchos nos hará bien leerlo dos veces.Es reintersante y demuestra que la pareja y el amor son una sucesión de matices y no blancos y negros como los ve mucha gente.Demuestra que muchas veces uno descubre errores mucho tiempo después,para uno u otro lado.Adhiero en casi todos los puntos.Un beso,Goticka.