Los ojos cerrados, sintiendo como el haz eléctrico cruza mi cuerpo, naciendo en el interior de mi sexo hasta finalizar en mi nuca, robándome un gemido lastimero que exhala mi boca. Y caigo, caigo sobre ti, con mis músculos agarrotados, sintiendo como la sed reclama líquido en mi boca. Ha sido demasiado.
Lentamente abro los ojos, buscando los tuyos con la mirada. Esbozas una sonrisa a mi se me escapa. Me matas mi vida me matas.
Escapas de la presión de mi cuerpo inerte, y me giras sobre la cama. Coges la botella y me das un poco de agua, derramándola por mi boca, mi cuello y mi cuerpo, refrescándolo entero, devolviéndome poco a poco la vida que me faltaba.
Tras las gotas se lanza tu ávida boca, buscándolas por mi cuerpo, y ya que pasabas por allí, mordisqueas mi piel que se eriza marcando el sendero tras tus caricias.
Imploro tu perdón, imploro tu clemencia. Por favor, detén esta dulce tortura que me mata. Pero en tu mirada pícara adivino que no conoces la clemencia cuando estoy desnuda sobre tu cama.