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Mi cuñada menor v2.0

Última respuesta: 12 de junio de 2010 a las :33
S
sergii_7880503
11/11/09 a las 17:25

Yo ya llevaba un tiempo de casado cuando mi cuñada menor, vino a la ciudad para estudiar en la universidad, como no tenía donde mas quedarse, se vino al departamento. Verónica, mi cuñada, es una morenita no muy alta, delgada, de bello rostro, de senos pequeños, pero altivos, paraditos, sus caderas son de las que hacen parar el tránsito.
Siempre nos llevamos muy bien, teníamos muchas cosas en común, gustos parecidos, por lo que no era fácil comunicarnos, así lo hacíamos, hablábamos, reíamos y secreteábamos como viejos amigos. Conversábamos en el balcón del departamento, cuando mi esposa ya dormía, siempre alegres, todo tipo de temas, con el pasar de los días nuestras despedidas se hicieron mas largas y personales.
Todo iba muy bien hasta aquella mañana, aquella fatídica y fortuita mañana. Ese día me levante para ir a mi trabajo, que quedaba al otro lado de la ciudad por lo que debía salir temprano, y me encontré con mi cuñada en la cocina, ella iba solo con una camisa de dormir que dejaba ver la desnudes de sus senos y lo exquisito de su figura, yo solo con un pantalón corto, sin nada mas arriba. Cuando iba a entrar al baño, pude notar que la puerta de este no se encontraba totalmente cerrada, me acerqué y pude verla completamente desnuda, quedé maravillado, ese cuerpo de niña mujer frente a mis ojos, sus senos hermosos, su vientre plano, sus caderas bien formadas y sus nalgas redondas y firmes, su vagina marcada por sus vellos negros, un corazón.
Me retiré, para irme a mi trabajo, sin poder dejar de pensar en esa imagen, esa angelical imagen.
Luego de ese episodio intente todo lo posible para no encontrarme con ella a solas, en las mañanas me levantaba aun mas temprano. Una noche mientras leía en el balcón se me acercó para preguntarme porque ya no hablábamos, si había hecho o dicho algo mal, yo le explique que era porque estaba cansado, nada más, a lo que ella contestó si no era por lo que la había visto desnuda. Ella lo sabía y lo usaba en mi contra, no supe que decir, pero ella me dijo que estaba bien, que ella igual me había visto en algunas oportunidades, me levanté y me fui a dormir confundido y atónito, no pude dormir, en mi mente se presentaban una y otra vez sus palabras y las imágenes de su cuerpo, la deseaba, con todo mi cuerpo la deseaba, transpiraba de deseo, no podía dormir. A la mañana siguiente, mientras me duchaba, sentí la puerta del baño abrir, tenía malo el cerrojo, pensé que era mi esposa que entraba, hasta que sentí correr la cortina de la ducha, y ante mis ojos se encontraba Verónica, sonriendo, dejó caer la toalla que la cubría, estaba completamente desnuda, me quitó la esponja de baño de mis manos y me la pasó por todo el cuerpo, yo no reaccionaba, luego me pidió que la enjabonase, me pasó la esponja y se metió a la ducha conmigo, suavemente y con algo de temor comencé a jabonarla, en todo este tiempo mi pene ya no daba más en deseos de estar entre sus juveniles carnes, abrió el agua y me sacó el jabón, lo mismo hizo con su cuerpo, cuando terminó de enjuagarse, me tomó el pene, me besó y me dijo que ese sería un hermoso regalo. Salió de la ducha y se fue, yo no podía creerlo, estaba atónito, hirviendo en deseos y sólo en el baño, al rato me incorporé, me vestí y me fui al trabajo, fue un día ocupado, traté de no pensar en ella, lo cual era imposible, me prometí no hacer nada más.
Esa noche, ya tarde, mi cuñada aun no regresaba de salir con sus amigos, mi esposa dormía y yo en el balcón leyendo totalmente metido en el libro, hasta que me sobresalté, era Verónica que había llegado y había ido al balcón, me dijo que lo de la mañana había sido una locura, yo le dije que así era, que no podíamos corriendo esos riesgos por una calentura. Se despidió, entro a su cuarto, cuya puerta daba al balcón, puso música, yo seguí leyendo, hasta que me paré para ir a mi cuarto, cuando sentí abrir la puerta y la voz de Verónica pidiéndome que entrase, que quería decirme algo, le respondí que lo dejásemos para la mañana, que como todos los sábados desayunábamos los tres. Insistió en que era importante que se sentía confundida, que no podía salir al balcón que estaba algo fresco, al terminar de decir esto abrió la puerta, estaba completamente desnuda, iluminada por la luz de cinco velas depositadas en el piso de su cuarto, extendió su mano y agarró la mía, me hizo entrar, no podía prestar resistencia, no quería prestar resistencia. Me dijo que me deseaba, que necesitaba ser mía, que nunca había tenido hombre alguno, dudé en seguir en su cuarto, pero me abrazó y con sus pequeñas manos, me sacó la camisa y soltó mi pantalón, era solo un títere entre esas suaves y cálidas manos. Mis manos acariciaban su espalda, sus senos, su cuello, su rostro, su vientre, sus firmes y juveniles nalgas, tenían vida propia, querían recorrerla entera, gozar con cada detalle de su anatomía, pasear por todos sus valles y montañas. Cuando me tuvo completamente desnudo, me beso y me pidió que le hiciera el amor. La deposité suavemente en su cama y la bese completamente, no quedó centímetro de piel que quedase sin besar o acariciar, me pidió que la hiciera mía, que no podía más, la acomodé, abrí sus piernas, mi boca buscó su vagina, su hermosa vagina, de labios pequeños y rosados, saboreé sus primeros jugos de excitación, sus últimos jugos de virgen, ella gemía con cada movimiento de mi lengua, me separé de ella, abracé su cintura para elevar sus caderas y decidido coloque mi pene en la entrada de su vagina, con un movimiento suave lo empuje, sentí su rechazo, un chorrito de sangre y una mueca de dolor en su cara me indicó que me detuviese, la bese y acaricie unos momentos, la volví a acomodar, pero esta vez mi movimiento fue certero, mi pene penetró por primera vez esa hermosa vagina, un gemido de dolor y otro de placer, me indicaron que ya podía continuar, su himen había cedido, sangraba, pero ya no importaba, ella me deseaba y yo a ella, abrió sus ojos, me miró y alzó su cabeza para poder besarme. Le hice el amor suave y gentilmente, hasta que llegó su primer orgasmo, su primer orgasmo de mujer, fue un estremecimiento de cuerpo, casi unos escalofríos, con voz temblorosa me pidió que siguiera, yo obediente así lo hice, pero esta vez era mas fuerte, con mas deseo, me pedía que no parara, así lo hice, hasta que sentí que ya no podía más, me pidió que no eyaculara dentro de ella, que no tomaba pastillas y tenía miedo, a pesar que había sacado la cuenta y no había peligro de embarazo, pero por seguridad no quería correr el riesgo aquel. Así lo hice, me controlé hasta que llegó su segundo orgasmo, mas fuerte y violento que el primero, me apretó, mordió mi hombro, gimió, se retorcía de placer; yo no daba más quería eyacular, quería llenarla de mi. Le pedí que me dejara, me dijo que no, entonces se me ocurrió, terminar de desflorarla, le pedí que me dejase, que sería placentero, me pregunto que cosa, le dije que me diera su ano, volvió a preguntarme, esta vez si le dolería, contesté que algo, pero que sería un muy lindo regalo para mi, accedió, se acomodó de lado, yo bese su espalda, sus nalgas, en medio de ellas y con sus propios fluidos, fui lubricando su ano, suavemente, para que fuera placentero, hasta que la noté tranquila y me acomodé en su espalda, de lado, mi pene a la entrada de su ano, empuje, suavemente, un saltito, la acomode y tranquila, pero firmemente la penetré, un gemido de placer y dolor, comencé a moverme, le agradaba, seguía el ritmo, yo la acariciaba entera, especialmente su clítoris, ella gemía, me decía que le gustaba, que no lo podía creer. Llegó el momento en que yo ya no pude más, ella me pedía mas fuerza, lo gozaba como un animal en celo, estaba realmente gozando, mi pene luego de enterrarse incontables veces en sus carnes se hinchó y terminé, eyaculé, llené su ano de mi semen, ella se estremeció en algo parecido a un orgasmo, y cayó rendida, agotada, casi sin aliento, yo la abracé por un rato, la besé delicadamente y la hice dormir en mis brazos, parecía una niña inocente, en verdad lo era hasta esa noche, luego la arropé y la deje dormir, me fui, mis pensamientos al acostarme eran su cuerpo, su delicado cuerpo, su entrega y la delicadeza en todos sus movimientos.
Al levantarnos a desayunar, nos sonreímos en la mesa, hablamos de todo un poco, ese era nuestro secreto, nuestro placer, con el tiempo lo hicimos algunas veces más, practicamos el sexo oral, el vaginal y el anal en esas ocasiones, le desperté todas sus ganas, la llevé al mundo del placer carnal, fui y seré por siempre su primer hombre.
Con el tiempo y luego de conversar con la frialdad que la situación lo ameritaba decidimos no continuar, ella se iría a vivir con unas amigas, para estudiar mas tranquila, cosa que le costaba en el departamento conmigo cerca, tampoco era nuestra intención dañar a nadie, era una gran calentura, un deseo incontrolable, así debía ser, cada uno por su lado y volver a nuestras vidas, ella a sus estudios y yo a mi familia.

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sergii_7880503
12/6/10 a las :33

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