Antes que nada, aclaro que es un relato basado en un hecho real, aún cuando la narración pudiera dar a entender lo contrario.
Tenía yo 15 años en ese entonces, vivía una situación familiar muy fuerte y había un descontrol total en mi vida. Acababa de entrar al bachillerato, seleccionado por mi buen desempeño en el baloncesto. Sin embargo, mi labor en cuanto a lo académico iba de mal en peor, además de ciertos roces con los docentes de la institución, fue así que terminé en pláticas orientacionales.
Las primeras dos citas me las salté, pensé que solo sería una perdida de tiempo. Estaba muy equivocado.
A la tercera me presenté, obligado por la asesora quien me amenazó con una suspensión. Cuando abrí la puerta me sorprendió la primer imagen que vi. Era una mujer de unos 30 años, sentada detrás de un escritorio, su cabello corto hasta los hombros cayendo en capas de un color negro tan oscuro como la noche. Un par de ojos café claro que irradiaban sensualidad, una boca al rojo vivo que contrastaba con el blanco de su piel.
Me detuve un instante, admirado por la belleza de dicha fémina, luego ella levantó su mirada y me saludó, asi inició nuestra relación.
Rapidamente se ganó mi confianza, ha pesar de que yo en realidad siempre fui algo reservado en el aspecto personal. Mis problemas comenzaron a disolverse a través de sus palabras, ella se ganó mi admiración y además mi cariño. Pero todo era absolutamente normal.
Todo daría un cambio drástico cuando estábamos en los juegos representativos de nuestra preparatoria contra las demás de la ciudad. Yo le había prestado la camiseta del uniforme a un amigo que era miembro del segundo equipo, pero él se la llevó a su casa ya que yo me marché antes de terminar el partido.
Cuando llegué, no parecía haber nadie en el interior, pero como era mucha mi necesidad me mantuve esperándolo un rato. Pasó más de media hora, estaba casi resignado a encontrarlo, cuando de una casa ubicada a unas 5 casas de separación emergió una sensual y provocativa imagen femenina.
Era mi maestra, vestida con solo una blusa juvenil y un pequeño short de lycra, barriendo la salida de su casa. Yo la miré fijamente, sorprendido por el pletórico y bello marco que su presencia me brindaba. Sin más ella giró su rostro hacia mi dirección, y ambos nos miramos fijamente. Luego ella me sonrió y me saludó con toda la normalidad del mundo.
Le comenté mi situación, que esperaba a Javier para recoger mi playera, ella me sugirió esperarlo en el interior de su casa, a lo cual yo accedí un poco intimidado, por la fantasiosa mente de un puberto inexperto.
Por ahora debo marcharme, pero pronto escribiré la segunda parte del relato, que es donde empieza lo realmente excitante. Un saludo, que estén muy bien.
