Esta es mi experiencia con la lluvia dorada y cómo la experimenté incluso antes de haber leído sobre ella.
Estaba con mi novia de paseo en un río y, de repente, mientras nos bañábamos, cogió mi mano y la llevó a su pubis, debajo de su bikini. No me era extraño que jugara de esa manera pues tenemos una vida sexual muy activa y diversa. Pensé que quería que la tocara para excitarla, pero lo siguiente que sentí fue algo caliente directamente en mi mano. Ella estaba orinando. No sé por qué, pero me excité tremendamente. Yo creo que es la conexión que eso implica. Que tu pareja se atreva a hacer cosas que de repente se le ocurren, sin miedo a una reacción adversa te hace sentir más conectado. Los siguientes minutos los pasamos besándonos, haciendo el amor bajo el agua, casi sin movernos para no llamar la atención.
La siguiente vez fue un par de días después, en la ducha, mientras ambos nos bañábamos. La ducha (es bastante grande) ha sido escenario de innumerables faenas de sexo inigualable. Siempre pretendemos que sólo nos bañaremos pero terminamos haciendo el amor o por lo menos besándonos o masturbándonos mutuamente. Ese día, ella me interrumpió y me dijo que me sentara en el piso de la ducha, con la espalda apoyada en la pared. Se arrodilló frente a mí con mis piernas entre las suyas y orinó sobre mi pene. Demás está decirles que apenas terminó de orinar ya tenía mi miembro dentro de ella, en esa misma posición y no paramos hasta tener ambos un orgasmo casi sincronizado. Fue una experiencia tremendamente excitante.
Les juro que antes no me había interesado el tema, ni a ella. Sólo ocurrió. Cuando una pareja se entiende en la cama, se debe probar de todo. No hay cómo el placer de lo prohibido, lo fuera de lo común.
Fernando
