Aquella tarde era una tarde calurosa de verano. Yo acababa de llegar de la playa y, después de un baño, salí a la terraza (vivo en un ático) a fumarme un cigarro. Llevaba nada más una toalla. De repente, vi una mujer de unos 40 años que también fumaba en el edificio de enfrente (mi calle es poco ancha, así que la veía muy bien). Llevaba unos vaqueros y una camiseta de tirantes. Ella cruzó la mirada conmigo. No sé por qué, pero me sentí muy excitado y, poco a poco, fui abriendo las piernas hasta que se abrió la toalla y salió la puntita del pene. La mujer ahora sí miraba fijamente y, de improviso, entró a su casa. Yo me moría de vergüenza y me arrepentí de lo que había hecho. Entré a casa a cambiarme. A los 2 minutos me picó la curiosidad y volví a mirar para comprobar si estaba. Y sí, ahí estaba, sólo que esta vez llevaba puesto nada más una camiseta blanca hasta las rodillas. Me superexcité al ver eso, así que regresé al balcón de nuevo con mi toalla. Parecía que le había gustado el juego y a mí me encantaba. Ella miraba hacia la calle, hacia abajo, pero con su mano, poco a poco, fue subiendo su camiseta hasta dejar al descubierto su pubis. Ella sabía que yo miraba aunque ya no elevaba la vista hacia mí. Tenía el pubis muy peludo. De repente miró hacia donde yo estaba sonriendo. Yo abrí más mi toalla hasta que salió mi pene ahora ya bien duro. Ella sonrió de nuevo, no dejaba de mirarme y se acariciaba el cuello y el pecho mientras me mostraba su pubis peludo. Así estuvimos como 1 minuto. Yo no podía más, estaba a punto de correrme aunque ni siquiera me tocabaDe repente, la mujer se bajó la camiseta y se metió en su casa (continuará)
