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Inciso. Un italiano en el camino Capítulo 4

Última respuesta: 20 de diciembre de 2017 a las 12:00
N
nahomy_8733795
15/12/17 a las 10:19

  Salí del albergue y pedí un taxi, era imposible caminar con mi meñique. Iría a Ponferrada, que estaba solo a ocho km, y allí habría cajero, y podría sacar dinero, me compraría unas zapatillas adecuadas para mí, y me desharía de las botas y las chanclas, que estaban echas una pena. Y con el dinero comería algo rico y hecho con mimo, como a mí me gustaba, y no solo eso ¡Iba a dormir en un hostal! Con habitación para mi sola y cama de matrimonio, y bañera, y tele, y me daba igual pagar más dinero. Y lavaría y secaría mi ropa en una lavandería, iría a una farmacia y me compraría todo lo que la mujer del bar, la que no era peregrina, me había aconsejado que me comprase.

Y todo esto hice. Una vez en el hostal, entré al baño y me miré en el espejo. Me puse por primera vez el pañuelo rojo que mi madre me había dado antes de partir -Para que te de suerte- me dijo. Me lo puse como diadema y le hice un lazo. Me quedaba bien, y por primera vez en tiempo, me vi guapa. Bajé al bar del hostal, los camareros eran dos hombres de unos sesenta y largos años. Eran formidablemente atentos y amables, y el bar, uno de estos de barrio de toda la vida. La comida estaba buenísima. Ahí probé el caldo gallego por primera vez, y fue el mejor que probé en todo el viaje. Después de comer subí a mi habitación, cuyo único inconveniente era que estaba en un cuarto piso sin ascensor, y me resultaba muy tedioso subir y bajar escaleras con mis agujetas, pero las zapatillas nuevas eran gloria.

Esa misma tarde fui a correos para facturar las botas a mi ciudad, no quería tirarlas porque eran de mi madre, y tampoco quería llevarlas en la mochila porque pesaban mucho. De camino a correos lo decidí, tenía que ir al hospital a que me miraran el meñique, pues la cojera era seria y no se me pasaba, era imposible que caminara así tantos km.
Así que una vez hube facturado las botas, decidí preguntarle a la primera persona que viera. Era una señora mayor y le pregunté:
-Perdone, ¿Sabe algún hospital donde puedan atenderme, que soy peregrina estoy haciendo El Camino de Santiago, y me he hecho daño en el pie?- Las palabras salieron deprisa, como quien recita una frase que acaba de estudiarse.
-¿Qué?- me dijo la mujer, volví a repetirle la frase y volvió a repetir, ésta vez más alto y acercándose a mí- ¿Qué?-
Extrañada, me fijé un poco más en ella. Era muy, pero que muy anciana, lo supe al fijarme en sus manos.
-Perdona hija, que estoy un poco sorda, a ver, vocaliza- me dijo
Me esforcé por vocalizar y hablar más alto
-Necesito ir a un hospital, soy peregrina, me he hecho daño en el pie-
Por fin me entendió e intentó indicarme cómo ir al hospital, pero que no sabía si me iban a atender en ese, que seguramente me mandarían a urgencias. Al final me dijo que ella estaba dispuesta a acompañarme, si yo me esperaba a que hiciera una facturación en correos.

Le dije que sí. Esperé sentada en las escaleras de correos, y al rato, la mujer salió.
Caminamos juntas hacia un centro de salud. Me dijo que tenía nada menos que noventa y un años. Salvo por la sordera y sus manos yo no lo hubiera imaginado. Era muy dicharachera y rebosaba energía. Hablaba sin parar y se le veía llena de curiosidad. Me dijo que le encantaba andar.
Cuando le dije que estaba haciendo El Camino de Santiago sola se alarmó como cualquier persona mayor. Me dijo que era muy peligroso, que debía tener cuidado, que madre mía yo solita, qué los jóvenes de hoy en día. Lo típico, y yo no paraba de sonreír.

En el primer centro de salud, como la mujer había dicho, me mandaron a urgencias. Cogimos un autobús juntas, me lo pagó, y yo no lo rechacé. La mujer quería ayudarme, supe que necesitaba hacerlo. En cierto modo creo que se sintió especial por ello, y yo quería que ella se sintiera así, de hecho lo fue. Por fin en urgencias unas enfermeras me observaron el meñique y  me dijeron que tenía una infección. Ni por un momento pensé en abandonar mi viaje. La mujer de noventa y un años estaba conmigo en la consulta, y miraba con asombro mi meñique. Me mandaron augmentine e ibuprofeno, y al menos dos días sin caminar.

La mujer me acompañó hasta la mismísima puerta del hostal
-¿Cómo se llama?- le pregunté
-Me llamo Eva, Evangelina-
Le di las gracias por todo, me dio su número de teléfono, me dijo que por favor la llamara, que le gustaría saber que estoy bien, que si necesitaba algo tenía su casa, etc.
Conmovida de nuevo no pude evitar dejar caer una lagrimilla, aunque esta vez no me vio nadie.

Cené en compañía de la clientela estupenda que había en el bar, y de los magníficos camareros que se interesaban por mi cojera. Yo les decía que estaba mejor y que había ido al hospital.

Me dormí viendo la tele en la ancha cama, las persianas se subían y bajaban con un botón. Desde mi ventana podía ver El Castillo de los templarios.

Al día siguiente pulsé el botón para subir la persiana, y totalmente desnuda, me asomé a la ventana. Vi que había un mercadillo en la soleada plaza. Me vestí, me puse mi pañuelo rojo, y bajé al bar a desayunar. Me despedí del camarero que me dejó algo anonadada cuando me dijo que me cuidara mucho y que (cito textualmente)- Ese lazo te queda realmente erótico- Me reí y me fui.

Me paseé por el mercadillo y llegué a un albergue. Ya no iba a pasar otra noche en el hostal, que tampoco quería dejarme tanto dinero. El nuevo albergue se llamaba Guiana, estaba cerca de El Castillo de los templarios y, era una pasada. Tenía ascensor y era super limpio. Las habitaciones solo eran de seis camas, y el suelo de parqué, lo cual era todo un lujo en un albergue de peregrinos¡¡Y hasta había portátil con Internet!! Menuda sesión de Juego de Tronos me iba a pegar en mi día de descanso. El baño y la ducha también estaban bastante bien. Estaba muy, pero que muy contenta, por fin mi suerte cambiaba, el meñique me dolía menos, y las agujetas habían desaparecido.

Subí a mi habitación. Había una chica tumbada en una cama, le dije hola muy alegremente, y ella me contestó con un hola que indicaba claramente que no era española. Era rubia con ojos azules, y era de Sudáfrica. Le pregunté si le apetecía venirse al mercadillo (ya había aprendido un montón de inglés) y me dijo que sí. Dimos una vuelta, la chica hablaba muchísimo y yo entendía casi todo. Compré dos camisetas, que me apetecía a mí verme un poco más guapa, aunque fuera con trapos, que fueran trapos bonitos. Le conté a la chica cuál era mi plan. Comer, ver un capítulo de Juego de Tronos en el portátil, e ir al ver El Castillo de los templarios. Ella me dijo que se apuntaba.

Así que después de comer pagué dos euros y me senté en el portátil a ver un capítulo de Juego de Tronos, en concreto, el de la batalla de los bastardos. El portátil estaba justo en la entrada del albergue, por lo que veía a toda la gente que pasaba. Y justo en el momento más álgido del capítulo, levanté la vista porque la puerta de la entrada se estaba abriendo.
Mis ojos se toparon con unos grandes ojos oscuros y penetrantes. Un chico muy alto me miraba directamente, y yo le miraba. Bajé la mirada de nuevo a la pantalla del portátil, y volví a subirla para mirar otra vez al chico, que seguía mirándome mientras entraba por la puerta. Todo esto paso en cuestión de segundos. Ninguno sonreímos. Yo estaba tensa porque el capítulo era intenso, y él, no sé qué pasaría por su cabeza cuando nos miramos por primera vez, pero fue como lo que se suele decir, como si se parara el tiempo.

Él siguió su camino por detrás de mí hacia su habitación. Y yo seguí viendo el capítulo sin mirar atrás. Fantaseé con la idea de que lo metieran en mi habitación, pero rápidamente deseché ese pensamiento, yo no tenía tanta suerte. Y había muchas habitaciones, ya sería casualidad.
Cuando terminé el capítulo subí para avisar a mi nueva amiga de que fuésemos al castillo, y por poco me caigo cuando vi al chico sentado en el banco de la puerta de mi habitación.
Le dije hola esquivando velozmente la mirada seria que me lanzaba mientras desataba los cordones de sus zapatillas. Escuché que me decía hola. Un hola en español.

El corazón se me aceleró y las piernas me flaquearon. Me moría de vergüenza, el chico estaba en mi habitación ¿En qué cama? Me tumbé en mi cama para pensar. Escuchaba sus pasos por la habitación mientras colocaba su mochila en una de las cabinas disponibles. Y después oí cómo se metía en la ducha. Di vueltas en la cama. La sudafricana estaba en la cama de al lado de la mía inmersa en la lectura de un libro. Y en la cama de encima de la mía había alguien, pero no sabía quién. El chico salió de la ducha, pero yo estaba tumbada en mi cama, y la litera de arriba me tapaba, así que solo veía sus piernas, que eran muy delgadas. Entonces se tumbó en la litera de arriba de la sudafricana, y escuché como hablaba con el que estaba en la cama de encima de mí. Y no hablaba en español, era italiano.

Estaba nerviosa y tenía que escapar de ahí, solo se me ocurrió meterme a la ducha, y eso que ya me había duchado esa misma mañana. Cuando salí de la ducha me dirigí hacia mi cama y entonces miré al italiano de refilón, que seguía tumbado en su cama, hablando con su compañero. Él también me miró, y me metí en la cama otra vez a pensar. Cerré los ojos, no quería enfrentarme de nuevo a la mirada del italiano. Tenía que decirle a la sudafricana que nos fuéramos al castillo. Entonces ella se me adelantó y me dijo que no le apetecía mucho, que me fuera sola. Le dije que no se preocupara y volví a cerrar los ojos para hacer un poco de tiempo, pues iba a El Castillo de los templarios para ver la representación de una batalla, y aún quedaban unos veinte minutos.

Entonces escuché cómo el italiano hacía -ssshhhhhh- abrí los ojos y vi que le hacía señas a su compañero para que hablaran flojo, porque pensaba que yo estaba durmiendo. Sonreí mirando al italiano, encontré su sonrisa de vuelta.
-No, tranquilo, solo estoy pensando- di por hecho que me entendía. Me levanté de la cama, me puse el abrigo, las zapatilla nuevas, mi pañuelo rojo, y dirigiéndome al italiano y a su amigo, les pregunté si querían venir al castillo. Me dijeron que sí.

Continuará
 

Ver también

M
matdbone
17/12/17 a las 6:31

No habia visto esta parte del relato.  Por cosas de la vida (llamadas insomnio), lo acabo de leer ahora.
Por fin un buen calzado!! 
La parte de la anciana es enternecedora por tu parte, pues es una parte que me ha gustado  mucho, mas que nada por lo que cuenta (algo muy bueno).

Como siempre una lectura muy agradable (por su narrativa, su contexto, y su ortografía), que hace que se pare el tiempo, y que aunque tenga que ir al baño, hasta que no termine, no voy.

Y por fin ese ansiado encuentro con el italiano, ni mas ni menos que viendo Juego de Tronos!! Y despues la rienda suela a la imginación que queda en ese "descanso viendo la representación de una batalla".

Francamente, no hay ninguno que me guste mas que otro, porque son todos muy buenos, cada uno lo siento de una manera diferente, lo transmites de una manera muy buena, me haces vivir ese momento.

Como siempre, ha sido un placer leerte, y espero impaciente leer la siguiente parte del relato. Y como siempre será un gusto y un placer.

 Y si algún dia creas un blog, seguirte, sera un placer.

Un saludo!
 

M
matdbone
19/12/17 a las 22:03

¿No hay mas comentarios?
No lo entiendo!

N
nahomy_8733795
20/12/17 a las 12:00
En respuesta a matdbone

No habia visto esta parte del relato.  Por cosas de la vida (llamadas insomnio), lo acabo de leer ahora.
Por fin un buen calzado!! 
La parte de la anciana es enternecedora por tu parte, pues es una parte que me ha gustado  mucho, mas que nada por lo que cuenta (algo muy bueno).

Como siempre una lectura muy agradable (por su narrativa, su contexto, y su ortografía), que hace que se pare el tiempo, y que aunque tenga que ir al baño, hasta que no termine, no voy.

Y por fin ese ansiado encuentro con el italiano, ni mas ni menos que viendo Juego de Tronos!! Y despues la rienda suela a la imginación que queda en ese "descanso viendo la representación de una batalla".

Francamente, no hay ninguno que me guste mas que otro, porque son todos muy buenos, cada uno lo siento de una manera diferente, lo transmites de una manera muy buena, me haces vivir ese momento.

Como siempre, ha sido un placer leerte, y espero impaciente leer la siguiente parte del relato. Y como siempre será un gusto y un placer.

 Y si algún dia creas un blog, seguirte, sera un placer.

Un saludo!
 

Hola matdbone, perdona que haya tardado tanto en dar señales de vida, pero llevo unos días muy liada, y así va a ser durante un par de semanas, porque dentro de poco me voy de viaje (solo ida)
Muchas gracias por tu comentario, me ha emocionado un poco, me alegra mucho que te guste tanto.

La verdad es que yo no había pensado en que lo de ''descanso viendo la representación de una batalla'' diera rienda suelta a la imaginación, pero ciertamente, tiene mucho sentido.

No hay más comentarios, pero te aseguro que me lee más gente, porque no comentan por aquí, pero me envían mensajes privados. Aunque a mi me gustaría que comentasen más aquí para que lo leyera más gente y eso. Pero bueno.

Recibí tus mensajes pero como ya te digo he estado super ocupada últimamente, y ahora  es cuando me estoy poniendo a ver todo lo que me ha enviado la gente, así que en breves te contestaré.

Un gran abrazo amigo!

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