En respuesta a an0N_969444099z
Gracias, marisa
Aprendí a defenderme. Porque de mi marido, generalmente, si estoy en condiciones, me puedo defender.
Y sigo poniendo en práctica lo que me dijo:
-siempre mantener la calma.
-hacerle racionalizar y que explique el porqué de los insultos.
-si la cosa se va de las manos, desaparecer de la habitación, o de la casa.
-que no te vea llorar.
-nunca discutir delante de los niños.
Estas cosas, cuando se trata de los ataques psicológicos de un misógino (como he descubierto que es mi marido), funcionan. Porque les descolocas, reaccionas diferente a los lloros y súplicas a los que les tienes acostumbrados. Ven que no funciona lo que hacen y, en el caso de mi marido, que no es violento físicamente...les dejas desarmados.
Ahora, muchas veces me descubro cobarde. Veo cuánto he cambiado, a cuántas cosas he renunciado por evitar conflictos....y no estoy contenta conmigo misma, pero bueno.
En mi caso, como ya he dicho, ni siquiera se puede llegar a hablar de maltrato. Por eso no sé si a alguien de aquí le puede funcionar...cuando es posible que te caiga algún golpe si pones en práctica algo de lo que he dicho. Y también porque, en general, lo mejor es poner tierra de por medio para que no amarguen la vida a ningún ser humano.
En fin.
Que gracias
Un abrazo
Isidra...
...me temo que Miluna tiene razón, el organismo pasa factura con el tiempo. Yo ya estoy somatizando y donde me creía fuerte estoy viviendo la etapa más frágil de mi vida y sin embargo no hay problemas aparentes en ningún frente (cruzo los dedos).
Me identifico con tu historia, ya sabes. Lo hemos comentado alguna vez. No hay palizas, ni siquiera grandes gritos ni golpes a muebles...pero el odio se siente y eso aniquila. No sé cómo acabará esto pero mi cuerpo me dice ¡No! y no puedo ni quiero hacer nada con él. No quiero compartir. El no comprende y yo no entiendo de donde sale tanto rechazo, ahora, con lo cobarde que fui durante años, ahora me empieza a dar todo igual...Es increíble.
Te entiendo perfectamente. Racionalizamos porque necesitamos que nada se rompa, sobre todo por los hijos...así ha sido para mi también. Luego llega un día en que dices: NO...y él quizás, está tranquilo, normal, atento...y seguimos diciendo NO...y nada tiene que ver con rencor y si con un cansancio infinito que nos hace perder ese miedo que paraliza.
Un abrazo. Ya veremos qué pasa.