En primer lugar, me gustaría que no fueran duras conmigo. No es una situación agradable en la que me encuentro. Las personas no mandamos en nuestro corazón, así que les pido que sean comprensivas.
No era creyente, o al menos no católica: creía en Dios a mi manera, más cercana al budismo que al cristianismo. De manera que no pisaba para nada la Iglesia: me acerqué a ella de manera totalmente casual. Colaboro en una asociación cultural en mi pueblo. El párroco falleció y la iglesia se quedó sin atender. Se aproximaban las navidades y el sacerdote fallecido tenía la tradición de elaborar un belén de figuras y un belén viviente. En la asociación se decidió intentar organizarlo entre nosotros en homenaje a ese sacerdote, el cual fue muy bueno para nuestro pueblo.
Yo me lo tomé como una actividad más. Como soy profesora infantil, me propuesieron encargarme del Belén viviente - una función de teatro representada por niños - a lo cual acepté. Como vivo muy cerca de la iglesia, me propusieron encargarme de las llaves de la misma, así que acabé participando mucho también en el Belén de figuras.
En una de estas volvía del trabajo y vi la luz de la iglesia encendida. Pensé que la había dejado encendida el día anterior, así que fui a casa a por las llaves y entré. Apagué las luces y al salir, a oscuras me choqué con alguien.... Era un chico guapísimo - moreno, de ojos verdes y tez clara, con mandíbula bien marcada... - fue como un flechazo. Cuando me dijo que era el nuevo párroco no podía creermelo...
Le ayudé a instalarse en la casa del viejo párroco y, como él se quedó con las llaves, tenía que ir a pedírselas bastante a menudo. Empezamos a conversar de temas espirituales sobretodo. También de otros temas, donde descubrí que teníamos muchas cosas en común: a los dos nos gustaba pasear por la playa en invierno, los lobos y más coincidencias. Cada vez me gustaba más, me sentía muy bien con él. Sus palabras eran como poesía. Todo era mágico con él. Pero sólo soñaba con él: sabía que era algo imposible.
Tuvimos un par de momentos en los que estuvimos muy cerca. Me enseñó un tatuaje en su antebrazo con un símbolo budista. Me dijo que antes de ordenarse había estado muy interesado por el budismo. En ese momento estábamos en la mesa del comedor de su casa, tomando café. Se sentó en la silla de al lado para enseñármelo. Yo al verlo me dio tanta sorpresa que le toqué con la mano su antebrazo. Me di cuenta de la situación y me aparté pero él se quedó mirándome a los ojos sin decir nada.
Otra cosa es que cuando le dije mi nombre resulta que tengo un nombre muy bíblico. Entonces un día yo estaba llorando por un problema que no quise contarle - el problema era él - y él me recitó un poema o verso de la biblia con el nombre de esa mujer, que estaba sufriendo. Lo hizo de una manera muy dulce y profunda y en ese momento me pareció que no estaba hablando sólo de la Biblia, sino que era como un poema para mí.
También pasó lo mismo en un ensayo del Belén viviente. Los actores eran niños, pero la Virgen María y San José eran interpretados por dos hermanos gemelos de 15 años que vivían en la ciudad y sólo venían los fines de semana. Así que cuando ensayábamos por la semana con los niños, yo tenía que hacer el papel de la Virgen y le pedía a un compañero que hiciera el de San José para poder ensayar el guión completo. Cuando llegaron los disfraces para la obra, estuvimos probándoselos a los niños y cuando se fueron nos quedamos una compañera de la asociación y yo. Empezamos a hacer bromas con los disfraces y al final me probé el disfraz de la Virgen María, que era un vestido blanco de algodón y un manto azul con estrellas muy bonito. Mi compañera se quitó la túnica de San José, que se había puesto por encima de la ropa y se marchó, pero yo me había tenido que quitar los pantalones, etc para que me entrase el disfraz de la Virgen. Así que fui a la sacristía a cambiarme. Cuando entré estaba él allí. Me cogió la mano y me la besó. Nunca nos habíamos dado un beso ni siquiera en la mejilla, ni ningún gesto de aproximación, así que me quedé muerta. Sonrió muy dulcemente mientras me miraba a la cara. Era la mirada como de un novio que mira a su novia. Y me dijo algo que ahora sé lo que es:
"Bendita sea tu belleza y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza"
No sabía qué era aquello, le pregunté qué estaba haciendo y me dijo
"A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada María,
te concedo en este día, alma, vida y corazón"
Entonces supe que era una oración y me reí del puro nerviosismo que tenía. Pero su cara, como digo, no era la de un cura con una chica disfrazada.
Como se portó tan bien con nosotros, los compañeros de la asociación decidieron invitarle a la cena de navidad que organizamos todos los años la directiva. Somos todos jóvenes, de menos de 30 años. Él dijo que vendría, pero solo a la cena, pues nosotros nos íbamos de discotecas después y él lógicamente no quería ir.
Aunque sabía que no serviría de nada, me arreglé mucho para esa noche. Quería que me viera bien guapa. Me compré un vestido muy bonito. Blanco y entallado, que dejaba lucir mi figura pero sin ser nada vulgar. Me maquillé y me arreglé el pelo. Tengo el pelo largo y ondulado, pero a diario lo llevo recogido. Cuando me lo suelto siempre me dicen halagos la gente, así que me lo solté y lo llevé al natural.
Cuando llegué al restaurante él estaba allí ya sentado con otros compañeros. Llevaba una camisa negra algo entallada pero floja a la vez y pantalones gris oscuro juveniles. Estaba irresistible. Se le marcaban sus hombros anchos y su espalda fuerte. Llevaba gomina en el pelo, que se veía más oscuro de lo que era. La cara no era tan inocente como normalmente: parecía un chico seductor. Aunque me propuse no mirarlo, no pude evitarlo y él tampoco lo pudo evitar, pues puso una cara al verme... Noté como se le abrían los ojos y los labios al verme. Y estuvo mirándome toda la cena. Muchas veces en la iglesia nos habíamos cruzado las miradas, pero él solía sonreír. Esa noche me miraba muy serio.
Salí afuera a fumar un cigarro. Y poco después salió él y me pidió una calada. Le dije que no sabía que los curas fumaban y me dijo que no había nada en la Biblia contra eso. Le dije que le daba un cigarro, pero me dijo que prefería una calada. Entonces quise darle mi cigarro en la mano, pero llevaba en una mano el móvil y en otra la copa de vino. Le acerqué el cigarro a los labios y él me miró a los ojos, los rasgó y ladeando la cabeza sin dejar de mirarme fumó. Yo juraría que fue un gesto de seducción.
Le dije que tuviese cuidado con el vino, no se emborrachase. Me dijo que estaba acostumbrado a beber muchas copas al día por las misas. Me reí y le dije:
"Mis amigos son capaces de emborrachar a cualquiera y yo no quiero ser la culpable de llevar a un cura por el mal camino"
Lo dije sin pensar, pero él cambió de cara. Se puso muy serio y yo me disculpé, le dije que no lo maliterpretase. No me dijo nada, sólo agachó la cabeza. Luego se volvió para adentro. Al cabo de un rato me fui a sentar a su lado y le pregunté: "¿Estás enfadado conmigo?" y me dijo "Eso es imposible" "¿Por qué te pusiste tan serio?" y me dijo "Porque hay cosas que no se pueden decir a un hombre como yo" le dije "¿Por qué?" y me dijo "Porque aunque sea un hombre de Dios, soy un hombre" Le dije: "¿Cuando me besaste la mano el otro día, era porque eras un hombre de Dios o porque eres un hombre?" Me dijo: "Tengo que irme. Si quieres acompañarme hasta el coche podemos hablar mejor que aquí"
Se despidió de los demás y yo dije que iba a buscar las llaves de la iglesia a su coche. Cuando salimos nos alejamos un poco del restaurante y doblamos por un parque me dijo "Yo soy un cura y tú mi hija, aunque no creas" Le dije bromeando "Tenemos casi la misma edad" Me dijo " Para mí eso es lo que eres: mi hija" y le dije "Entonces ¿Por qué te preocupa lo que te dije?" Me dijo "Estás jugando conmigo y eso es cruel. Vete, ya me voy solo"
Estuve toda la noche mal por ese comentario. Dos días dándole vueltas a la cabeza sobre qué podía significar. Ayer a la tarde no quise ir a preparar el Belén. Fui a comprar a la tienda ya al anochecer y cuando pasé por delante de su casa, me llamó y salió de casa. Estaba en pijama y zapatillas. Le dije qué quería y me dijo que le gustaría hablar conmigo. Yo estaba muy avergonzada y le dije que no, que tenía que llevar la compra a casa. Me dijo que me ayudaba pero le dije que no. Me dijo "Por favor, entra en casa un momento. Por favor, no me hagas ir persiguiendote en pijama hasta tu casa"
Entré y me dijo "¿Vas a volver a la Iglesia?" Le dije que no, que los niños ya se sabían sus papeles y no tenía ningún motivo para ir. Me dijo "Entonces, ¿cuando nos vamos a ver?" Le dije "Ya nos estamos viendo ahora msmo" y dijo "Pero me refiero a cómo vamos a continuar viéndonos" Le dije "No sé para qué tendríamos que continuar viéndonos" Ya casi no me aguantaba las lágrimas de rabia de pensar que nunca podría estar con él. Me dijo "¿No quieres volver a verme?" le dije "No" y me giré para irme, porque se me iba a soltar una lágrima, pero me agarró del brazo y me dijo "No me castigues" le dije "Suéltame" y me fui.
Eso fue ayer al anochecer. Hoy he estado mal todo el día. Le hecho de menos, todo está gris sin él. Creo que le quiero como mujer pero también de otro modo más espiritual, como si fuese un maestro para mí. Me torturo pensando por qué me dice esas palabras. No sé qué quiere de mi o si soy yo que al estar enamorada me confundo su significado.
Ustedes qué piensan??? ¿¿¿QUé es lo que él siente??? Por favor, ayúdenme.
PD: Tengo un libro que él me prestó y quiero devolvérselo, pero no sé como. No sé qué decirle. Al mismo tiempo me muero de ganas de verle, pero tengo miedo de darle la mano o un beso porque me muero por hacerlo.
