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El Día que conocí a las kinesiólogas en Perú**

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9/5/19 a las 22:49

Bolivia puede ser un lugar frío y desolado, si tienes en cuenta la gran altura a la que se encuentra su capital, La Paz. Después de todo, en algún momento este país se llamó “Alto Perú”.

Mi trabajo como contador público me exige estar casi a diario frente a una computadora, configurando toda clase de comisiones que me hacen por internet. Teniendo 27 años y viviendo soltero, mi vida ya estaba teniendo demasiadas repeticiones una tras otra. El aburrimiento, el cansancio y la frustración en el sexo estaban a la orden del día.

Luego de ver un hermoso afiche de una empresa de turismo profesional que me invitaba a visitar Cusco, me animé. Las tarifas no eran tan elevadas y tenía incluído el hospedaje en un buen hotel.

La rutina era siempre la misma, ¿Por qué no? Fue lo que me dije a mi mismo, así que aproveché mis dos semanas de vacaciones y terminé en Cusco. Ciudad ancestral, con pirámides, historia, una cultura maravillosa…


Por azares del destino, mi obsesión por el trabajo me obliga a estar siempre atento a mi correo, revisándolo cada día por la noche, casi religiosamente. Hábito que me llevó a solicitar una de las computadoras del cyber del hotel.

¿Aún existen los cyber? Me pregunté a mi mismo vagamente mientras me dirigía hacia el cuarto lleno de computadoras que me indicó la recepcionista del hotel.

“Tranquilo señor, paga todo después con la tarjeta de crédito”

No lo pensé mucho y me senté en la computadora que estaba más lejana a la entrada. Siempre me han gustado las cosas caletas, la privacidad desde siempre ha sido algo indispensable para mí.

Grande fue mi sorpresa al ver en la pantalla “KINES X” en letras grandes. Esto me dejó un poco desconcertado, tanto que olvidé al instante mi tarea de revisar el correo.

“Rubias, tetonas, morenas, sádicas, venecas, colombianas, kinesiólogas con departamento, bajitas, gordas, embarazadas, Kinesx.com es más que una web para prostitutas. Aquí aprenderás a romper la rutina”

En ese momento me vino a la mente la frase de la recepcionista antes de enviarme a aquel salón con computadoras.

¿Acaso a esto se refería cuando me dijo que después pagaba? ¿Sabía ella que terminaría aquí? Las preguntas eran normales, pero era poco probable que ella hubiera planeado esto, ya que las otras computadoras estaban en la pantalla de inicio. La única con Kines x, en letras grandes, era la mía. Una agencia de damas de compañía profesionales había llegado a mí, o más bien yo a ella. Por lo especial del viaje y mis ganas de hacer algo nuevo, me adentré en la web.


Poco tardé en darme cuenta de que las prepagos independientes en esta web eran de lo más variadas. Kines x no es una página de damas de compañía cualquiera, su diseño es tan bien cuidado que incluso cureosear en él es placentero.

Era obvio que no iba a asistir a eventos sociales, sólo quería experimentar un oral peladito de la mano de una profesional del sexo, algo que nunca me había permitido en La Paz, y las kines fitness que encontré en aquel momento realmente me ponían duro. No sabía cómo reaccionar, por primera vez veía posible que llegara a desatar mis instintos carnales más pasionales.

Contacté con una de las chicas “nuevas”, Estela de Cusco Kinesiologas que, aunque estaba en una web peruana, era una de las más entusiastas kinesiólogas venezolanas de la página. Pero eso aún no lo había descubierto, lo mejor estaba por llegar.

El día llegó y el encuentro se dio. Tocaron la puerta de mi habitación y yo sabía que era ella, una kinesióloga hot de las que tanto había leído en la web de  Me levanté un poco nervioso aún, puesto que llevaba años sin tener alguna clase de encuentro sexual.

Al abrir la puerta, vi una mujer esbelta, con vestido rojo de gamusa que le llegaba hasta la mitad de las pantorrillas. Unas pantorrillas tonificadas que me hacían saber que iba frecuentemente al gimnasio aún sin tocarlas. Luego pasaron diez segundos como si fueran horas. Observé tantas cosas en tan poco tiempo:

Su perfume era suave y agradable, no del típico “perfume de puta” que tanto he escuchado mencionar en las películas y series.

Su cadera era carnosa, y su trasero prominente. Pero inconscientemente me resistí a tocarlo, quizás por el respeto y temor que le había tenido a las mujeres hasta ese momento.
Su escote era pronunciado, pero no era vulgar. A pesar de que quería ver lo que había debajo, era producto de mi cada vez más creciente excitación sexual.

Su cuello era limpio y se veía suave, como el puente perfecto que conectaba sus tetas con lo que, al final, me hizo sucumbir ante su sensualidad:

Sus labios carnosos eran simétricos y bien proporcionados, de color rojo vinotinto.
“¿Te vas a quedar viéndome o vamos a pasar un rato diferente juntos? “- Me dijo ella, mientras caminaba hacia mí con paso decidido. Lanzó su bolso, cerró la puerta y me acarició la entrepierna.

No pude resistir más, fue cuando besé sus labios carnosos haciendo contacto directo entre su lengua y la mía mientras levantaba su vestido para apretar con fuerza sus prominentes nalgas, carnosas y voluptuosas. Las apretaba como si mi vida dependiera de ello, como si se fueran a caer si las soltaba.

Rápidamente ella se dio cuenta de que tenía una erección, y me sacó el miembro del pantalón para masturbarlo mientras me besaba. Fue una respuesta natural, casi refleja, cuando le di la vuelta para bajarle el vestido y quitarme el pantalón.

Sorprendentemente ya estaba mojada. Tomé unos segundos para contemplar su vagina antes de penetrarla, ella gemía y apretaba mientras lo hacía, pero eyaculé en unos minutos.

Inmensa fue mi vergüenza con ella, recordé que era mi primera vez en años, me di la vuelta empecé a recoger mi ropa rápidamente cuando siento una mano en el hombro y escucho las palabras que iniciaron mi proceso de aprendizaje real en el mundo de las complacientes Kinesiologas golosas peruanas:

“Todavía nos quedan dos horas más, ¿recuerdas?”

Desde ese día inicié un camino de placer y lujuria del que probablemente jamás saldré. Escribo esto encontrándome aún en la ciudad de Cusco. Quizás lean más de mí, y de cómo superé mis problemas de “virgen” gracias a Kinesx.com.



 

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