Mi caso es complejo, como la mayoría de relaciones sentimentales, pero en este caso tiene un plus de complejidad.
Tengo 35 años y mi vida es bastante estable y tranquila. Trabajo fijo, sin hijos ... lo único diferente en mi es que tengo una discapacidad física, aunque ello no me ha impedido tener varias parejas a lo largo de mi vida.
Hace 4 años conocí a una mujer especial. Desde que me la presentaron vi algo en ella que me atraía, aunque el hecho de estar casada, llevarme 10 años y dos hijos ... me supusieron una barrera que ni me plantee saltar. Ya había tenido una experiencia previa, años antes, con una mujer casada, y la verdad que lo había pasado mal.
El tema fue que nos hicimos muy amigos en pocos días, y las comunicaciones vía Internet eran diarias. Salíamos junto a otra amiga los fines de semana, y venían a verme de vez en cuando, con la excusa de tomar un café y hablar un rato.
Pasaron los meses, y nos fuimos de viaje los tres. Ahí no pasó nada, pero hubo un cambio, ya no escondía lo que sentía por mí, y una noche me preguntó si me gustaba, y si se separaba, querría estar con ella.
Me pilló fuera de juego, y no supe como racionar. Opté por ser precavido y decirle que, en aquel momento, solo podía verla como amiga, y que no quería embarcarme en una relación sin saber seguro lo que sentía por ella, para no hacernos daño.
Estuvo mal unos días, pero al ver que seguía bien con ella, lo aceptó y seguimos como antes. Pero en realidad nunca fue igual para mí. Saber lo que ella sentía, me hacía verla de otro modo, sentía su mirada y me desubicaba. Poco a poco muy fui enamorando y deseándola más y más.
Un año y medio después de conocernos, nos decidimos a dejarnos llevar y pasar nuestra primera noche juntos, y a partir de ahí, nos vimos inmersos en una relación "furtiva" que ha durado hasta el presente, dos años y medio.
Furtiva en el sentido de que ha seguido casada durante todo este tiempo, pero la verdad que nuestra relación no era ningún secreto.
Me he convertido en su principal apoyo, con una espuenda relación con sus hijos (hasta nos fuimos de vacaciones juntos) todo parecía perfecto hasta hace unos meses.
Ella comenzó una nueva actividad laborar en otra ciudad, tarea que le ocupa toda la mañana. Ya sabíamos que eso nos restaría tiempo de estar juntos, al tener que dedicar las tardes a lo que antes hacía por las mañanas. Aún así, la apoyé y animé a aceptar la oferta, ya que era una oportunidad de ganar independencia económica y reforzar su autoestima.
Los primeros días hicimos el esfuerzo de no distanciarnos mucho. Mensajes al móvil de vez en cuando, conexiones esporádicas cada vez que podíamos, mantuvimos los horarios de conversaciones nocturnas vía skype y nos veíamos todos los fines de semanas. Todo parecía ir bien.
Pero todo fue cambiando con el paso de las semanas. Se mostraba más cansada, no se centraba mucho en las conversaciones que teníamos, su activad era el único tema del que podía hablarme de forma fluida. Empecé a notar que nuestra relación bajaba de intensidad y prioridad.
Luego vinieron disculpas para saltarse algún que otro encuentro de fin de semana, estaba cansada para conducir (solo vivo a 10 minutos de su casa) y que tenía que hacer tareas del hogar que no había hechos durante la semana.
Luego empecé a ver muchas llamadas y mensajes de móvil al mismo número (compartimos factura para ahorrar y ayudarla con ese gasto), y a horas algo extrañas, después de las 12 de la noche. Eran llamadas de hasta más de una hora, y no lo vi normal. Su primera disculpa fue que era un compañero que le ayudaba a ponerse al día de las labores del trabajo, y que se le iba el tiempo hablando. Solo le dije que tuviera cuidado porque la factura se estaba engordando mucho y no podíamos permitirnos ese gasto.
Pero las llamadas siguieron y cada mes me daba un motivo nuevo para justificar las llamadas. Yo ya estaba muy preocupado porque veía que me ocultaba algo.
Empezaron los enfados, las recriminaciones. Me decía que se sentía agobiada, controlada por mí, y que solo era un buen amigo con el que le gustaba hablar.
Me empezó a cambiar los planes que hacíamos de un día para otro, empezó a quedarse más tiempo en el trabajo, me decía que hacía horas extras para ganar un poco más. Hasta que ya no pude más y quise saber. Logré acceder a su móvil y tenías mensajes muy cariñosos con ese compañero, citas para comer y encuentros de fin de semana cuando me decía que estaba cansada para conducir (el compañero vive a 35 min y no conduce).
Ahí se me vino el mundo encima, me sentí engañado, defraudado... me había fallado la mujer en la que tanta confianza deposité, y después de haber estado tanto tiempo para decidirme a dar el paso.
Ahora ambos estamos mal. Ella se siente culpable y sin saber como hablarme, y yo dolido y buscando el modo de recomponerme de nuevo.
Hablamos de salvar la amistad que teníamos, pero sabemos que eso no es posible ahora, tal vez, dentro de un tiempo, si.
Pero una vez más, me he estampado contra el mismo muro.