Decalogo de la otra

DECÁLOGO DE LA OTRA


1.Asume tu condición, con todas las consecuencias. Piensa que no eres la esposa sumisa cuya tarea se limita a lavarle y plancharle la ropa. Ten, pues, conocimiento de cuáles son tus funciones.
2.No permitas que la rutina se adueñe de vuestros encuentros. No entra en tu rol el pegarle gritos, montarle escenitas o exigirle explicaciones. Esos menesteres negativos ni te benefician ni te corresponden. Por el contrario, has de mostrarte cariñosa y positiva. Recuerda que, si eres lo que eres, es motivado por causa de cariño, y no carencia de él.
3.No le repitas hasta la saciedad si ha aclarado ya su cabecita dual. Nada le obliga a permanecer contigo y, si lo hace, es por propia determinación, y no por fuerza. No fomentes que tus ansias egoístas minen la relación. Por el contrario, evita el tema que pueda hacer daño, y bríndale solamente buenos momentos.
4.No exijas regalos ni los hagas. Huye del tópico de la amante caprichosa que gusta de joyas y cheques. Demuéstrale que no estás con él por lo que tiene, y paga de vez en cuando tú la cena, con iniciativa.
5.Procura llevarte lo mejor posible con sus amigos, aunque los consideres una panda de degenerados, alcohólicos e inmaduros. Ten presente que son ellos, y sólo ellos, los que en un momento dado le calentarán la cabeza para que te deje, o para que te lleve más a menudo a sus cenas, si es que les caes en gracia.
6.Prescinde de tus amigas. Harían gala de un excesivo feminismo, te empujarían a que lo dejaras <<porque te mereces algo mejor>> y tratarían de liarte con un fulano medio imbécil que, eso sí, sería tuyo las 24 horas del día. Pasa, pues, de tus consejeras. Por el bien de los dos.
7.No odies a la una, ni pienses, en plan solidario, que le estás haciendo daño. No le dueles, porque no sabe que existes, y no te ha declarado, pues, ninguna guerra. No se la declares tú tampoco: no es tu enemiga. No fuerces, pues, encuentros ni casualidades entre vosotras. Tampoco te obsesiones con averiguar sus datos: dónde trabaja, dónde viven sus padres, o qué talla de bragas usa. Ha de contar lo menos posible en tus decisiones y actos. Con conocer su nombre y edad, basta.
8.En lugar de odiar a la una, respétala. Admite que su sombra ronda por vuestra relación, aunque no vivas invocándola. Sé consciente de que ambas compartís un sentimiento que, tú mejor que nadie, sabes es importante. Y, si la situación obliga a que os conozcáis, estréchale la mano sin rencores y sonríele. Ninguna tenéis la culpa de que Cupido tenga las flechas duplicadas.
9.Jamás se lo cuentes a tu madre. La matarías.
10.Huye de las fiestas y celebraciones que impliquen conocer tíos solteros y sin compromiso. No porque supongan una tentación, sino porque tus amigas se pasarían de plastas tratando de liarte con uno de esos caballeros. Al no ceder tú, muchos pensarían que eres una estrecha, lesbiana, o incluso motivarías la sospecha de que algo tienes por ahí. Sobrevive sin reputación, ni buena ni mala, y que tu nombre no se prodigue por los círculos casaderos. Limita, pues, tus salidas al café con las íntimas, y al trabajo por narices. Por el contrario, jamás le reproches a él una juerga nocturna. Recuerda la regla número 5.


Si cumples a rajatabla estos preceptos, tu relación ilógica depurará en positivo su condición. En caso de amago de depresión, recurre al I will survived de la Gaynor. No falla.