Como sobrevivir a una ruptura amorosa...
¿Quién no ha pasado por esto? ¡Albricias! Después de tantos años haciéndonos la misma pregunta, por fin tengo un manual para saber cómo se sobrevive a esa sensación que es como tener un nido hirviente de abejas en el centro del pecho.
Se me ocurrió pensar en el manual de supervivencia en la isla del desencanto ahora que despedí a Mateo de mi vida para siempre. ¿Los motivos? Eso es lo de menos, la cosa es así: GAME OVER. Y ahora tengo enfrente de mí todas las opciones para empezar a nadar de nuevo hacia la civilización. Hay relaciones que mueren después de sufrir un cáncer lento y doloroso, o hay otras que de la nada se caen como víctimas de un infarto fulminante (aparentemente). Cualquiera que sea el caso es cuando nos empiezan a surgir miles de dudas. El chiste es que, con amor de por medio o no, terminar una relación (buena o mala, pero relación al fin) siempre nos hace enfrentarnos a un proceso de duelo. Haciendo un recuento de cómo se andan estos caminos fue que se me ocurrió pensar en el manual.
Paso 1: La Dieta
Para todos aquellos que están pasando por esto, pueden elegir entre no probar alimento para quedar como modelos de Toscani en su campaña contra la anorexia; o por el contrario, les puede dar por asaltar cuanto Krispy Kreme encuentren y volverse junkies de las calorías para que en menos de tres semanas parezcan poseídos por Celia Cruz. Aunque también está la opción de recoger entre los escombros a su pateado orgullo y hacerle caso a esa membresía del gimnasio que tienen arrumbada en un cajón y quedar como sílfides, con la única esperanza de que el o la infeliz nos vea pasar y se dé de topes al sabernos lejos.
Paso 2: La Apariencia
Este tema va íntimamente ligado al anterior. En el caso de las chicas, pueden olvidarse del tinte de cabello, del manicurista, de tomar agua y andar por la vida como clones de Amy Winehouse; o por el contrario, pueden meterse al spa, cambiarse el look y traer al centurión a galope en el centro comercial (y con los caballeros pasa igual, no digan que no).
Paso 3: De eso no se habla ¿o sí?
Si tu historia se fue al fondo del río, una alternativa es citar a tu grupo de amigos juntos o por separado para despepitar del ingrato amor y entre todos elaborar una y otra y otra y otra tesis respecto de qué les pasó. Otra opción es encerrarte en tu soledad el tiempo que consideres prudente (que no pase de 50 años) para ver fotos, recuerdos, cartas, oler su loción y andar como Gasparín recordando cada momento que pasaron juntos mientras suena la canción más llegadora que jamás se haya escrito y que seguro el autor la hizo pensando en ti. No importa si es Billy Joel, José José, las Jeans, Luis Eduardo Aute o La Sonora de Margarita. Esa canción es tu historia misma llevada al pentagrama (ajá).
Paso 3. Lo que pasa por tu cabeza
Si dejaste, eres un hijo de la fregada y la culpa te está matando. Si te dejaron, eres una pobre víctima que seguro cometió miles y miles de errores y por eso te fueron a aventar a la parada del camión. Puedes sentir culpa o culpar al otro, o culpar al calendario lunar, o a la crisis al interior del PRD, o a quien sea. El chiste es averiguar de quién fue la responsabilidad y pensar hasta el cansancio en el asunto, sobreviviendo a que cada cosa, cada sonido, cada olor y cada color que hay en el universo te haga sentir como si el Capitán Garfio te hiciera cosquillas en el pecho. Todo te recuerda eso que ya no está. Aquí la opción es soltarse a llorar como María Magdalena o respirar hondo y guardarse el dolorcito sin anestesia.
Paso 5: Tu proceso de socialización
Hay quienes a los tres días de haber tronado ya están en el antro entrándole al punchis punchis y ligándose a cuanto ente con dos patas se les pone enfrente. Cada frase a ritmo de: no me dolió, ¿eh?, de veras, mírenme que bien estoy, si hasta parece que nunca hubiera andado con fulanito o fulanita. O, están quienes prefieren encerrarse seis meses a saborear su dolor sin permitir que se les acerque ni el señor de la basura, ¿a poco no?
Paso 6: Del aferre al me vale madres
Cuando uno termina una relación piensa, inequívocamente una de las siguientes opciones: 1) Qué bueno, así fue mejor, de todos modos no teníamos futuro y fue mejor ahora antes de que las cosas pasaran a mayores o 2) ¿Mejor para quién? Seguramente para el (la) infeliz que ya me olvidó con otra y se la está pasando bomba mientras yo sigo aquí sufriendo. ¡BUAAA!. Así es: a uno se le bajan a menos 50 los niveles de autoestima y cree que se le fue el último tren o, por otro lado, se le elevan hasta el infinito y piensa que pobrecito de su ex que se perdió la oportunidad de tenernos cerca. O en el peor de los casos, uno va de una teoría a otra, víctima de la indecisión (y con el teléfono en la mano pensando en llamar).
Básicamente, así son los procesos ¿adónde quiere llegar esta loca contradictoria?, pensarán. En realidad no quiero llegar a ningún lado. Llora o no llores. Ódialo o ámalo. Guarda sus cosas o grita abrazad@ de ellas. Háblale a media noche o no lo vuelvas a llamar jamás. HAZ LO QUE QUIERAS DE TODOS MODOS VAS A SOBREVIVIR.
¡Eso es lo fantástico! Que la vida es tan inteligente que hagamos lo que hagamos, no ha habido quien se muera de amor (ni la niña de Guatemala, porque metida en un río de agua helada, la hipotermia era más fuerte que el amor). Así que cada quien siga su proceso, que nada se compara a esa maravillosa sensación de despertar un día y darse cuenta que ya no hay dolor que nos corra los chakras... esa es mi próxima meta. Para la cual, sin duda, necesitaré un par de zapatos nuevos. Me voy de shopping, ¡chau!
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Por Violeta Verdu (Milenio, Mexico)
A ver si a ustedes tambien les saca una sonrisa...
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Muy buena
muy buena y muy cierta, me senti identificada en varios puentos