No me pidas que te vuelva a llamar. No te atrevas a pedirme que tome tu mano cuando estemos vestidos. No voy a guardar tus guantes de seda en el bolsillo de mi camisa. Y no porque no quepan, pues mi camisa es extra large, si no que porque no me interesa conservar nada tuyo. No quiero saber de tus sueños ni de tus anhelos. Aleja tus tontas historias de mis oídos. Tu piel es suave y de ella nacen los árboles. Pero sus ramas me molestan y sus hojas ensucian mi jardín.
Nada más esperaste mi invitación, y corriste desesperada hacia mis brazos. No pude contener tu redención, no pude evitar hacerme parte de la hoguera y arrasar de llamas la habitación en la cual nos bebimos el uno al otro.
Conozco ya tu escondite secreto, dejé mi bandera clavada en su superficie: ahora está sucio y me da asco incluso mirarlo. Su olor es espeso y muerto, su fachada está toda adornada con grafitis hip-hoperos y propaganda política mayoritariamente derechista. Más asco aún. Más asco me dan los falsos discursos morales que tú y tus paredes fascistas me intentan imponer. Tú me das asco. Y me das asco porque fuiste mía. Pero yo, en ningún caso, fui tuyo.
Bajo las sombras de las noches, y mientras los niños descansan, esculpiste mi cuerpo entero de placeres y vanguardistas rimas. Nadie nos vio, y nadie jamás nos verá. Mi cuerpo inerte recargó su estanque nada más, nada más brindó un relax a su agobiada carne.
En el lecho que nos cobijó, en los trapos que nos cubrieron, está la prueba de nuestra épica manifestación. Pero el motel donde fuimos era cinco estrellas y las sábanas ya fueron lavadas. Me consta porque soy amigo del lavandero.
Si dejas de respirar, el destino habrá de tener la razón. Si tu baile es interrumpido por un tsunami de fuego, que arda valiente la hoguera.
Nunca fuiste ni serás digna. Digna de los sentimientos puros y verdaderos del corazón. La carta que me diste la arrojé al vacío. Y nunca jamás la leí. Seguro estoy que más encima escribes mal, mal como ilumina tu escasa luz, mal como el agua no te moja lo suficiente. Mal como mandarte a la mierda y escupir tu rostro de nieve. Si no me crees, observa tu imagen en el espejo y piensa en mí. Te darás cuenta de lo insignificante que eres, de lo ingenuo de tu proceder, de lo horrible de tu sonrisa.
No pises la arena que te cortarás los pies. No hables ante tu Señor. No intentes escapar. La ira ya ha sido instaurada en la constitución, y apareces como la primera víctima.
Tu perra y sucia vida será extinguida. Tu noche cada vez se pone más negra: las estrellas no verás, la luna se arrancará de ti. Tú elegiste la ruta. Tú levantaste el dedo y te subiste a mi carro. Tú prendiste la luz de la cocina. Tú encendiste la antorcha que nos alumbró en el túnel. Tú mordiste la soga que me ataba. Tú dexcubriste la yerba que se escondía bajo el cemento. Tú alimentaste al león. Y lo hiciste con tu propia carne. Tu jugosa y roja carne.
Ya no hay vuelta atrás. Ya tus gritos alimentaron mi ego. Y tu boca besó mis arterias. Y si piensas que todas estas palabras son producto de mi locura, sólo puedo decir que aún tienes mi número, y que cuando quieras puedes llamarme. Trata de no despertarme en la madurgada, eso sí, mira que a dicha hora trabajo en la construcción del universo.
Atentamente se despide vuestro amante Vampiro,
el mismo que de noche chupa tu sangre
y te abandona durante el día.-