Somos poligámicos por naturaleza y monogámicos de vocación
Me llamo Javier, tengo 36 años, y desde este mismo instante, aún sin haber consumado el acto, pueden considerarme como un hombre infiel.
Han sido muchos años luchando en contra de mi naturaleza, años de sometimiento a la dictadura de la norma social, de la moral aprendida (o impuesta), años de autoengaño, de jugar a hacer lo correcto. Pero se acabó. Llámenlo como quieran: liberación, perversión, lucidez, locura transitoria, lujuria, evasión poco o nada me importan las etiquetas llegado a este punto; he decidido convertirme en hombre infiel, y la sola idea de serlo me ha despertado del sueño nebuloso en el que me encontraba.
Quiero a mi mujer, la quiero más que a nadie, deseo compartir mi vida con ella y continuar con nuestro proyecto común. Vuelvan a etiquetar: ¡qué hombre tan cínico!, qué falta de coherencia, ¡qué sinvergüenza! Continúen, pero les advierto, soy inmune a las críticas, a los insultos, a los discursos moralistas. Ya no me afectan.
Sé, y créanme, realmente lo sé, que puedo amar a mi mujer y tener sexo con otras, y esto no es todo, aún sé más: ¡sé que puedo amar a otras! .
Llegado a este punto, admito objeciones del tipo: si quieres a tu mujer, ¿cómo estás dispuesto a hacerla sufrir? Sencillamente: no estoy dispuesto a hacerla sufrir, no voy a correr riesgos, no dejaré un solo resquicio a la posibilidad de que ella descubra mi infidelidad. No hay nada tan cierto como el ojos que no ven corazón que no siente, a mi mujer no le dolerá el hecho de que le sea infiel, a mi mujer le dolería el hecho de saber que le soy infiel, y estoy dispuesto a construir muros acorazados que protejan mi secreto. No seré infiel con cualquiera, ni en cualquier lugar, ni a cualquier hora, ni en cualquier circunstancia, mi infidelidad (o infidelidades) serán estudiadas y programadas para conseguir lo más parecido a un riesgo cero.
Si mi mujer descubre mi infidelidad, el dolor no será sólo suyo, yo también tengo mucho que perder, quiero seguir con ella, llevar a buen puerto nuestro proyecto común. Y aunque, a ojos de muchos, esto pueda suponer una contradicción, la salud de mi relación con ella pasa por mi autoconsentimiento para ser infiel.
Y sí, este mensaje pretende ser una herramienta para consumar mi infidelidad, una llamada a mujeres que encuentren sentido en mi discurso, mujeres liberadas, lujuriosas, curiosas, insatisfechas mujeres sin remordimientos ni trabas morales que compartan mi vocación de ser infiel, mujeres que quieran volver a sentirse deseadas, admiradas, mujeres que busquen una salida a la cotidianidad, un estímulo vital.
¿Qué ofrezco? Ofrezco educación, respeto, comprensión, ternura, pasión, morbo, dignidad, caricias y susurros al oído. Ofrezco un cuerpo atractivo, sano, fuerte y cuidado.
No soy ningún baboso calenturiento, y no busco sexo sin complicidad y buen rollo.
¿Qué busco?. No busco un físico determinado, busco una complicidad, un entendimiento mutuo, un encuentro sin ataduras ni remordimientos.
Y hasta aquí, mi declaración de intenciones y el comienzo de mi búsqueda. Abro el turno para comentarios, acercamientos, consultas, propuestas, invitaciones y divagaciones. Absténganse moralistas.
Mi correo: aspiranteainfiel@gmail.com . Os espero.