Esta relación avanza desde hace más de ocho meses, al principio nació sin grandes proyectos ni intenciones, y en el camino se fue solidificando. Hace seis meses que la distancia nos hace la guerra (y no cualquier distancia, no estoy hablando de una distancia de 500 kilómetros).
En días como hoy lo necesito, necesito un abrazo, cercanía, necesito poder contarle lo que me pasó en el día, pero personalmente. Estoy cansada de las videollamadas. Cansada de los mensajes. Cansada de los kilómetros. Hay días que lo llevo mejor, que casi ni lo pienso. Hoy estoy muy triste y no sé cómo hice para aguantar seis meses. Extraño cosas tan simples como ir a tomar un helado, leerle un libro en voz alta, sentarnos en una plaza a conversar, hacerle cosquillas, dormirnos juntos. No quiero terminar la relación, pero a esta altura me parece lo más lógico y racional, porque aunque nos queremos mucho (y es lo que nos empuja a resistir estas circunstancias adversas) no veo ninguna luz en la cercanía de los próximos meses que nos infunda una esperanza.
Intenté dejarlo hace algunas semanas. Digo "intenté" porque no era un deseo firme (no era siquiera un deseo) y él me convenció a seguir intentándolo y buscar una solución. Dice que soy la mujer que soñó y que no tiene intenciones de perderme aunque esté al otro lado del mundo, que incluso se vendría a vivir a mi país (sé que lo dice genuinamente y de corazón, pero sería un proyecto a largo plazo). Él dice que tenemos que arriesgarnos, que si no tomamos decisiones que parecen absurdas nunca estaremos juntos. Yo, que al principio estaba más involucrada sentimentalmente, soy la que lo detiene e intenta buscar soluciones más lógicas. La que lo "frena".
Estoy triste, desconsolada. ¿Cómo puedo encontrar la fuerza para tomar una decisión que sé que nos va a provocar una grande tristeza a ambos?
