Se acerca ese día que quedará grabado en mi memoria para siempre. El quince de febrero.
Sabía que llegaría, lo busqué inconscientemente. Mi vida estaba desmoronada, me cansé de luchar. La vida se me hacía cuesta arriba y tu cada día te alejabas más. Necesitaba sentir que era en tu vida, que lugar ocupaba. Me había entregado tanto a ti, que me fui quedando vacía. Te lo di todo y no me arrepiento de ello. Fuí muy feliz.
Luché contra viento y marea desde el principio. Contra tus miedos, contra los míos, contra los que no creían en nosotros, contra los que quisieron boicotear nuestra relación. Pensé, ingenua de mí, que el amor lo podía todo. E, ingenua de mi, sigo pensándolo.
He aprendido que es un error intentar sacarse de la cabeza lo que no puede sacarse del corazón. Es una lucha sin sentido, donde siempre el corazón te gana la batalla. Dura batalla.
El tiempo es un juez implacable que, tarde o temprano, termina dando y quitando razones. Siempre llega el día donde te encuentras con tu imagen en el espejo y este te responde. Siempre. A mi me ha respondido. A ti, dices que también.
Estos últimos meses tu voz sacude mis sueños. Muchas de ellas, me despierto sudando, a veces aullando al vacío de la noche. Te busco a mi lado y no estás. Te he necesitado a rabiar. En mis días, en mis noches, cada vez que entraba en el quirófano y solo deseaba que tras despertar de la anestesia estuvieras allí y me acariciaras el pelo. La última de ellas, hace pocos días, fue muy dura. Sabía que mi cuerpo estaba completo al entrar, pero no sabía como iba a estar cuando saliese. Y yo, lo único en lo que pensaba, era en ti. Pero desperté, y no estabas. Por primera vez en este tiempo, pregunté a mi alrededor si te habías interesado por mi, si habías estado detrás de esa soledad aunque no te viera. La respuesta fue no.
Hay días que soy tan frágil como el silencio de la noche, donde me levanto con el vacío de no poder seguir soñando. Hay días con me encuentro con motivos para sonreir y es ahí, justo en ese instante, cuando más te echo de menos.
Sigo siendo aquella pequeña ingenua que te vendía que la felicidad existía y que solo había que ir a buscarla. Aquellas palabras que te ayudaron a empezar de nuevo, que te ayudaron a creer en el amor. Hoy deniego de mis enseñanzas, soy yo la que no creo.
He estado en tus brazos cuando lo has necesitado en este tiempo. Nunca te busqué. He estado en tu vida porque no me dejabas salir de ella. Hemos hecho conjuros juntos, nos hemos declarado amor. El dolor después, cuando desaparecías, era sobrehumano. Siempre me encontraste. Quizás, nadie puede querer recuperar lo que siente que no ha perdido.
Demasiado he abierto de nuevo mi corazón, no mucho, pero si demasiado. A punto de atisbar el abismo una vez mas, a unos pasos de caer otra vez en el hondo pozo. Pero no esta vez.
Quizás nunca más. Rechazo el amor tras demasiado tiempo amándolo.
Dicen que quien no arriesga no gana. Yo no quiero arriesgar, solo lo haría por ti. No hay ganancia que compense la perdida.
Por fuera soy casi la misma de siempre, aparentando frialdad. Pero por dentro mi alma se ahoga en un mar de lágrimas.
Hoy necesito el olvido, pero solo tengo recuerdos. Suerte tienes de que tu corazón siga bombeando, el mío parece muerto.
Tu sigues tu vida. Yo solo sigo jugando a vivir.
(Perdonad, necesitaba sacar lo que llevo tan dentro de mi y que quizás a alguien pueda ayudar a encontrar .)
