Esta es mi historia

Es necesario hacer esta carta para él aunque sé que nunca la leerá, es más para mi y para desahogarme. Hace ya dos años que nos conocimos, hace un año que mantenemos relaciones y casi un par de meses que no nos vemos.

Cuando nos conocimos, fue de la manera más inusual y en ese primer encuentro me pareció el despertar a una vida que no conocía, fueron sólo unos minutos para intercambiar correos y teléfonos y mi mano temblaba cuando escribía mi número en una hoja de cuaderno. Nunca le había dado mi número a un extraño, era la primera vez que esa energía que sentí me inspiró tal confianza.

Comenzamos escribiéndonos y charlando en el Chat, de cosas sin importancia y del trabajo, fue una amistad (según mi punto de vista) que creció a través de esas líneas, en una de las cuales me dijo que casi parecía que me conociera de años, lo mismo me ocurría a mi hasta me parecía leerme a mi misma cuando me respondía. Sentí haber encontrado esa alma gemela de la que tanto hablan.

Me conquistó de esa forma, una y otra vez me citaba para ir a tomar un café y una y otra vez lo rechazaba me daba miedo verlo de nuevo, porque me daba miedo mi propia reacción. Al final acepté un encuentro al que le puse fecha y hora. Luego de aquella primera cita, me sentí completamente devastada y triste, era tan diferente a mí, llegó un punto en que no me sentí digna de él, ser su amiga menos su compañera.

Decidí no escribirle y terminar con aquella relación antes de que siquiera empezara. Sin explicaciones sin nada, incluso tontamente creí que él no me escribiría, sin embargo lo hizo y en su carta expresa la pena que sentía al creer que me había decepcionado, lo que no era verdad, pues es una persona a la que se puede admirar, es inteligente, tiene buen humor y algo sarcástico.

Retomé mi relación a cartas y charlas, ahora más íntima y llamadas telefónicas de muchas horas, risas, y críticas de películas y series. Y era un placer escucharlo, reconozco que nunca hablé en esas conversaciones, yo lo escuchaba, me encanta escucharlo. Cuando me expreso es a través de cartas y pequeñas líneas.

Y continuamos en esta relación, llegaron las fiestas y quedé en llamarle y no lo hice, de pronto me vi rodeada y absorbida por mi propio trabajo y los meses transcurrieron sin que le pudiera contar algo de mi o sin enterarme de que es lo que le sucedía a él.

Un domingo salí a almorzar con unos amigos, no tengo la costumbre de salir de casa los domingos; y lo que son las casualidades mientras compartía con mis amigos lo veo entrar al mismo lugar acompañado de dos mujeres y jovencito. Nunca les comenté ese hecho a mis amigos y continúe como si no sucediera nada, incluso cuando salí preferí no acercarme a su mesa a saludarlo. Estaba con su familia.

Lo que no les conté al inicio es que el me dijo que estaba divorciado. Así que por más que quisiera saludarlo, interrumpir ese momento familiar no me pareció correcto. Lo digo por experiencia propia, porque la amante de mi padre hacía escándalos cuando mi madre y nosotros nos reuníamos en algún sitio público, aunque ellos estaban ya separados (mis padres), no divorciados.

Cuando tuvimos esa primera cita, recuerdo que le pregunté su edad y su estado civil, por eso confié, tarde o temprano llegaría la petición de estar juntos, de compartir algo más que cartas y charlas, él supo esperarme y me sentí tranquila y segura cuando decidí entregarle mi cuerpo. Era virgen.

Nuestros encuentros se sucedieron mes a mes, pues el trabaja lejos de donde vivo, me sentí la mujer más feliz del mundo, y aunque nunca me prometió nada compartíamos muchas ideas respecto a las relaciones y parejas. En el lado sexual se convirtió en mi maestro y con el paso del tiempo yo en aventajada alumna suya.

Pero la felicidad no es siempre eterna ni es real, algo en mí me decía que aquello iba mal pues se había convertido en algo clandestino, nadie a excepción de nosotros conocía nuestra situación y entre conversaciones salió a relucir la verdad. Simples referencias a compartir la cama, o de que lado la ocupa, a peticiones para vivir sola, a vigilancias al servicio doméstico en su casa por parte de alguien más. A saber de lo que se pierden algunas en lo referente a lo sexual. Y comentarios acerca de parientes políticas de visita. El estaba casado, nunca se había divorciado.

No lo confirme hasta hace un par de meses, cuando tras un largo período de sospecha él menciono un nombre y le pregunté quien era y me dijo mi mujer, no su ex-esposa, su mujer. No le dije nada, no le reclame nada, pues desde un inicio quedamos tácitamente que la nuestra sería una relación basada solamente en sexo.

Aquí viene mi engaño personal, pues más temprano que tarde terminé enamorándome de él y aquellas sospechas y su confesión final no eran si no confirmación de lo que ya intuía, las mujeres somos buenas para eso, y terminó destrozándome. Nunca le dije nada y continúe como si no me importara realmente su situación y su estado civil.

No quiero que se separe de su esposa, tampoco espero que lo haga, más por una cuestión social que por creencias religiosas. Él nunca dejará a su mujer pues está atado socialmente a ella y a mi modo de pensar, creo que la ama de una forma un poco retorcida pues se acuesta con otras, al final y hasta la muerte estará a su lado.

Las demás mujeres de su vida, porqué se que somos muchas, debemos conformarnos con un recuerdo de lo vivido. Mujeres o cuerpos para su satisfacción.

Y mi pecado es haberlo querido y deseado, aún ahora a meses de una separación tácita, sin adiós o lágrimas de por medio. Deseaba tener un hijo con él, un deseo que alguna vez le confesé y que de inmediato rechazó, no insistí más.

Un último encuentro en enero y mi tristeza se acrecentó, porque según yo sería la última vez que lo vería, y créanlo o no me embaracé sin haberlo planeado y lo perdí. Y no había nadie a mi lado que me consolara, ni que sintiera pena por mí. Oculté ese hecho incluso a mi propia familia y no he parado de llorar desde entonces, y cada vez que me preguntan les digo que es un desajuste hormonal que ya se me pasará.

El volvió a buscarme, sería mi ira, enojo, tristeza, aunque lo deseaba mucho, lo rechacé. Y finalmente le dije adiós. Nunca le conté de aquel embarazo.

Ahora me siento como en un limbo, siempre había deseado enamorarme, sufrir por un amor, llorar por un amor, reír con la persona amada. Mi deseo se cumplió, aprendí del lado que siempre había criticado El ser Amante de un hombre casado. Un embarazo que no tuvo la fuerza de seguir viviendo, y un sueño roto, ser madre.

No busco un hombre para que esté a mi lado, mi mayor deseo es ser madre, probablemente tenga la oportunidad de conocer a alguien que alivie mis penas y me haga creer que puedo de nuevo enamorarme y esta vez conocer ese tipo de compromiso que él tiene con su esposa el de estar juntos hasta el final y la muerte.